Agradezco a Alfredo Balmaceda el relato oral que inspiró estas variaciones.

VII
Cuando muchas cabezas anónimas levantan
la frente, una tras otra, en movimiento inverso
al de la baraja que arrastra sin esfuerzo
naipe tras naipe en la caída que los imanta,
¿cómo resistir la tentación de disparar
al azar, restando cabezas a la razón
que les da ese movimiento, esa tensión
entre la fuerza de las armas y su mirar?
Fluye el Volga llevándose la sangre vertida,
lavando, suave, las manos aún humeantes,
del lado del orden frente a lo repentino.
Al paso del crucero se somete la vida
de pie en las orillas, bajo los ojos constantes,
con su amor fingido, sus pasteles y su vino.

VIII
Frío mundo cerrado con armas en conserva
y un solo rival a la fecha de vencimiento
por implosión del sistema y estallido lento
del arsenal que, vencidos, arrasa aún la hierba.
Entonces era un imperio con otro enfrente,
cada uno con sus colonias y un muro en medio,
diversión despreciable contra heroico tedio
amenazando los dos con obrar en caliente.
Escila a un lado del muro, Caribdis del otro.
Canciones escritas con sangre en ambas mejillas.
Largas lágrimas corriendo por la gruesa piedra,
sin cara visible desde que el tiempo es otro.
Pues la estepa se ha tragado las orillas
y trenza sobre el río su ilimitada hiedra.

IX
El crucero Potemkin progresa a tantos nudos
que resulta imposible soltarse o contarlos.
Qué lejanos parecen los cosacos tan rudos,
el zar que elevó una ciudad o los que amarlos
exigieron a súbditos aún más distantes
de sus vidas paralelas que ellos de las nuestras.
Crucero, acorazado y actual, como antes,
rompehielos doquiera que resistencia muestra,
con la mano y el ojo de hierro de zarina
y general, como sus previas generaciones,
el bastardo en el trono, inmutable, elimina,
siguiendo la tradición, cuanto se le opone.
Ni el fuego que refleja funde el Volga helado
jamás, ni sus aguas un fuego han apagado.
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