
IV
Flores cubiertas de hollín ayer y hoy segadas,
que igual como estrellas de mar se reproducen.
Y todas queriendo comer y aunque producen,
con la mesa vacía. Crecen rosas blindadas
y el antiguo crucero es un acorazado
sobre el que el capitán ya no manda marinero
alguno, capitanes todos del buque entero
que llama a las costas a no quedarse a un lado.
La flota del zar dispara a las escalinatas
y nadie cae, sino que vivo se levanta
el viejo león de piedra, que ruge y que canta
con todos sus dientes la victoria de las ratas.
Nadie abandona el barco en la tormenta
y quién es quién junto al timón aún no cuenta.

V
La misma dinastía con otro apellido.
Después de sufrir bajo la voluntad de hielo
que fluye por la sangre jamás coagulada
hasta cortar la vena, volver a ser herido
en y con la misma fe, ahora ya sin cielo,
y sufrir la suerte de la clase derrocada.
“Ésta es una conversación entre amigos”,
respondía la voz con bigote al recelo.
“Doy mi opinión como cualquier otro camarada.”
Al brazo armado de hoy, donde ve enemigos,
tampoco le tiembla el pulso, pero sin velo.
Fluye el Volga arrastrando la sangre derramada
todavía y lloran herederos y testigos,
pobres súbditos igual que en tiempos del abuelo.

VI
Cine mudo: se oye aún correr el tiempo,
como río mecánico que fluye en las ruedas
del mecanismo del proyector. Va tierra adentro
todavía el tren siniestro, siempre a ciegas
y sin poder cambiar el rumbo: eternamente,
como a partir de los primeros deportados
a la nieve, a la distancia, de donde vuelven,
desencarnados, en continuado, sin humano,
los proyectos trasnochados soñando el alba
roja, que en su tiempo sólo era imaginable
a partir de la saturación de zonas blancas.
De grises inquietos está hecho este arte
que imprime la duda sobre los recios murales
y agita sobre la piedra los sepultos mares.
