Lo que el lector espera

Alta tensión narrativa
Alta tensión narrativa

Sobre la técnica: Hoy en día hemos abandonado casi por completo algo que los antiguos novelistas conocían bien: ¡crear tensión!

Nosotros nos limitamos a cautivar a nuestros oyentes. Es decir, que tratamos de escribir de forma ingeniosa, evitando los pasajes aburridos. Arrastramos a los oyentes con todos los medios.

Pero “crear tensión” significa hacer que el oyente espere lo que ha de venir. Hacerle pensar junto a nosotros, dejarle avanzar solo por el camino trazado. Cierta sensación de bienestar por participar en ello. La novela de humor se alimenta de esa misma sensación. Se sugiere una sensación inminente y surge el pensamiento: ¿Qué hará ahora nuestro buen X?

Eso requiere mucho detallismo con los tipos. Pero, por anticuado que parezca, representa, sin embargo, un ejemplo de efecto artístico opuesto al del filósofo y el ensayista.

Robert Musil, Diarios

 qualities

La piel por dentro

"El mundo deviene sueño y el sueño deviene mundo" (Novalis)
«El mundo deviene sueño y el sueño deviene mundo» (Novalis)

Años después, ya casada, el recuerdo seguía siendo dulce. Podía evocar con precisión el regusto amargo, como decían que era la adultez, del trago largo pedido en la barra con fingida soltura, así como las ganas de fumar sobrevenidas entre el estrépito, las luces inestables y los cuerpos agitándose que el leve mareo le hacía ver como un océano en el que sería agradable sumergirse, y la imagen radiante de sí misma alucinando a sus amigas con su audacia, desprendiéndose del coro en un redoble del impulso con que había dejado plantada a su madre más temprano para irse con ellas, la dejaba pensar, como prefería, que era en ese momento cuando la habían marcado, por instinto antes que por cálculo, casi adivinando cómo abordarla en cuanto atravesó la marea y salió a la noche sin dueño, sola entre las siluetas de los que esperaban pasar. Pues el fuego apareció a la vez de pronto y sin brusquedad, como si, previendo el encuentro, hubiera acompañado sin que ella lo notara el movimiento con que ya había alzado el cigarrillo entre sus dedos, y luego todo fue así, desde las primeras palabras que apenas velaban la evidente atracción mutua hasta la inminencia del contacto decisivo a la sombra del gran árbol de la plaza de enfrente. El chico no se parecía a ninguno de sus compañeros de colegio, ni a su hermano ni a sus primos; nada en él remitía al orden ineludible declinado a partir de su padre como una escala por la que había que ascender mediante determinados estudios y negocios, sino a la selva que esa vía ignoraba y atravesaba, hacia la cual se dejó arrebatar sin resistencia. Más tarde, mientras perdía la conciencia con el beso recordado, la llamada le llegaba cada vez de más lejos, perdiéndose en la misma distancia hacia la cual vio alejarse, en un intervalo, sin mirarlo, al oportuno amigo de su captor, como entendió luego, con el aparato que éste había sustraído de su bolso. Perdió también la noción del tiempo, hasta que al volver del paseo en moto él volvió a sorprenderla arrancando de nuevo en cuanto ella bajó. Tal vez era mejor así, pensó entonces, y sólo al volver a casa se enteró de la llamada, el chantaje, sus padres marcando una y otra vez, buscando en vano, pagando al fin, y sin embargo nada de eso le había sucedido: sólo el beso de sabor indeleble, ileso en su memoria, tal como su cuerpo había vuelto del secuestro.

bocamovil

 

La cultura bajo sospecha

Una leyenda contemporánea
Una leyenda contemporánea

El culto al engaño. Hay un gusto contemporáneo por la desilusión, por comprobar la falsedad y la estafa como si así se llegara a la verdad, que ponen repetidamente en evidencia esos argumentos cuyo desenlace desenmascara una conspiración. Pero no es la desconfianza lo que se espera que la verdad despierte sino la fe, adormecida en cambio en estos tiempos. Se cultiva un “conocimiento inadecuado”, como dice Spinoza que es el conocimiento del mal, justamente porque es la naturaleza lo más temido, lo inculto y ajeno a toda trama que se pueda tejer sobre ella. Se puede pactar con el diablo, pero no se puede pactar con Dios. Así es cómo el nihilismo pasa por lucidez y la ilusión se perpetúa, siempre igual a sí misma detrás del velo de su desenmascaramiento. Ningún lector de novelas policiales se desengaña del género porque los casos se resuelvan y hasta es la justicia insatisfecha por las soluciones detectivescas la que mantiene al género con vida, o sea, abierto como un caso insoluble que conserva así su condición de pozo sin fondo. Razonamientos como el que me ha traído hasta aquí se deslizan por la misma pendiente, que no ofreciendo salida alguna lo obliga a uno a saltar por la ventana, hacia el margen.

A quien corresponda. Casi siempre se olvida hasta qué punto es precaria la situación del escritor. Se lee su obra, después de que ha muerto o tal vez sólo cambiado, a veces gracias al éxito, como si siempre hubiera tenido reunido en torno a sí, a la manera de una fortaleza, semejante extraordinario capital. Pero esa obra ha sido hecha a partir de un crédito que normalmente sólo su autor se ha concedido, a menudo contra la autorización de quienes hubiera debido consultar. Eso sí: llegado el caso de que la inversión se recupere, consolidada el aura una vez desvanecido el cuerpo, no hay límite para los intereses que aquella olvidada iniciativa puede rendir. ¿Pero a quién? Ya no estamos hablando de dinero.

La hora de todos
La hora de todos

Vulgo. Si la vulgaridad se reproduce con tanta facilidad, es porque la reproducción está en su esencia. Ya que no es que la vulgaridad se reproduzca, sino que lo vulgar es reproducir: imitación sin crítica, banalidad del mal, la vulgaridad prolifera procurando no dejar espacios libres, pues el vacío es ya la diferencia capaz de confrontarla a la posibilidad de no existir.

Setenta veces siete. No son brutos porque sean ignorantes, sino ignorantes porque son brutos. Y si son mayoría, es por falta de distinción precisamente.

 De este lado de la creación. El hombre es malo, pero puede hacer el bien. Del mismo modo, aquél capaz de concebir un dios ve más lejos que quien lo encuentra inconcebible. Y así resulta más realista, en el sentido de que la realidad está de su lado: él mismo se ha puesto de su parte. Desde esa posición ve más allá, aunque de ese más allá no haya imágenes.

Flatus vocis. Dos variables del amaneramiento artístico: la estética y la ideológica, la que procura imponerse fatalmente por sobre todas las razones y la que procura imponer sus razones por sobre toda fatalidad. Y entre ambas, dos modos siempre extremos de relación posible: se funden y confunden prestándose mutuamente fondos y formas, o se odian y denuncian sin descanso cada uno la vanidad del otro, sus pretensiones y su vacuidad. El arte subvencionado abunda en ejemplos.

Conjunto. Por muy laborioso que escribir pueda resultar, en rigor el lenguaje es juego; hace juego, como dos prendas de vestir o, mejor aún, dos piezas que no acaban de encajar o cuyo encaje, como puede apreciarse sobre todo en las expresiones particularmente logradas, no es fijo sino móvil, a la manera de una bisagra o de cualquier aparato de poleas. Desconocer, por debajo de la junta, la fisura entre palabra y objeto, entre lenguaje y vida, según el ejemplo de quienes pretenden llamar a las cosas por su nombre, como éstas si lo tuvieran, es en definitiva una falta de seriedad, supuesta virtud que quienes así se precipitan tanto se precian de tener.  

Barba Jacob. La dama de cabellos encendidos / transmutó para mí todas las cosas. El efecto de la metáfora supera al de la droga.

"Y sin embargo es usted"
«Y sin embargo es usted»

Genio y figuras. Picasso pinta lo incorregible, es decir, aquello que permanece idéntico a sí mismo bajo cualquier forma que asuma o atributos que adquiera: como, por poner otro ejemplo, el famoso carterista de Bresson al bajarse del tren que lo devuelve a París. Las igualmente célebres modelos retratadas, como se ve en cada reportaje que evoca a cualquiera de ellas, pueden ya representarse como artistas, madres, aristócratas o revolucionarias, que a todas esas prestaciones con todas sus cualidades, como el estribillo con que tropieza el hombre delgado de Dylan al final de cada estrofa de su balada, se puede enfrentar cada vez un cuadro para que repita, en su propio lenguaje, la frase final de ese retrato de una dama por Ezra Pound, donde el lírico inventario de dones y propiedades de la dama en cuestión es rematado por un agridulce “Y sin embargo es usted” que deja a Picasso la última palabra. Por eso está su firma en cada trazo. 

Contemplación y atravesamiento. Entre esos primeros planos suspendidos sobre el vacío de Monica Vitti o Anna Karina rodados por Antonioni o Godard y los retratos de Marie-Thérèse Walter o Dora Maar pintados por Picasso hay la distancia de una estocada, lanzada sobre el abismo abierto entre mirada y piel, que atravesando la imagen alcanza la nada a sus espaldas y separa el misterio de la duda.

Capital del dolor
Capital del dolor

Testigo de otro tiempo

Time is on my side
Time is on my side

Ningún gran artista es un testigo de su tiempo; ni Balzac ni Dickens lo fueron, ni tampoco los neorrealistas ni los practicantes de ninguna forma de realismo ya sea éste social o crítico. Por muy celebrado que sea un gran autor como cronista, es al revés que hay que leerlo. Ya que esa grandeza en la que ahora insistimos no le viene del asunto ni del motivo elegido en su momento, sino de algo que más bien parece elegirlo a él desde el otro extremo de la cuerda que procura tender, demasiado deslumbrante como para poder contemplarlo excepto a través de su reflejo. Testigo de otro tiempo: la aguja de este reloj no apunta desde el centro hacia la circunstancia, sino en el sentido inverso; de manera que, tan urgente como pueda parecer la necesidad de intervención en cualquier situación que un texto denuncie, tan digno de elogio el gesto o admirable la justeza de la imagen obtenida, si la obra es grande no hay que ver en ella la manifestación de aquello que ilustra tanto como la de la luz que hace posible toda mirada y que cada una de éstas, precisamente, testimonia. Pues esta luz, como el viento en el cine, sólo perceptible por las cosas que mueve –los árboles, el polvo, la tersa superficie del agua-, se hace ver por contraste, en negativo, echando sombra: por eso lo muy reconocible, el cuadro de costumbres, cuya sombra es gris, opaca más que realza esta luz; hace falta algún distanciamiento, brechtiano o prismático de cualquier tipo, para hacer de los trazos líneas nítidas; y si el arte mayor, aun cuando trata de la mayor miseria humana, no remite a una razón que deprime sino en cambio a un esplendor que exalta, es debido a este mismo fenómeno, no de óptica tan sólo sino de percepción total, intelectual además de sensorial, que invierte los términos del tiempo y de la mirada para que una revelación, en pleno sentido de la palabra, sea posible. “Sólo por inconclusa una acción es abyecta”, escribió Genet. Pero una gran obra, inconclusa como existe más de una, por su vínculo directo con la fuente misma de la acción ya está entera, organismo contenido por su célula, en su primera formulación aun cuando ésta sea fragmentaria y su despliegue esté por venir. En un verso suelto de un gran poema, en la cercenada cabeza de una estatua perfecta y perdida, no falta nada. Si la Historia, disciplina y persistencia, tiene algún sentido último, es sin duda desde esta perspectiva, concéntrica, que ahonda en el tiempo en lugar de rehuir la eternidad.

sol