Admiración suspendida

Después del ensayo

Mucho tiempo he pasado en la butaca

del mirón a la espera de sentido.

Muchas veces he esperado un principio

con fe en sus demoradas consecuencias.

A solas en la luz agonizante

de la sala de las revelaciones,

definido en prefigurado sitio

mientras otros, dispersos, se concentran,

muchas veces he medido el espacio

vacío entre fantasmas y miradas.

Mucho tiempo he planchado los telones

y lustrado quemadas candilejas.

Si sumara estos lapsos a la luz

del crepúsculo de laboratorio

consagrado al aquietarse del líquido

amniótico de las próximas horas,

estos libres minutos dedicados

a evaluar lo que pronto estará oscuro

u ocupar el revés del parpadeo

sostenido en la inconsciencia del ojo

con la misma lectura intermitente

practicada entre las mesas de saldos,

el tiempo transcurrido alcanzaría

para haber completado una carrera.

Abierto por reformas

Muchas cosas aprendí en ese margen

entre la nada y la contemplación.

Mucho comprendí en ese tiempo muerto

entre el suspenso y la acción, entre el acto

y la antesala de los convocados,

considerándolo en retrospectiva.

Muchas súbitas iluminaciones

y firmes conclusiones razonadas

me acaecieron en ese breve

paréntesis entre la consumada

huida de la circunstancia inmediata

y el hundirse en la representación.

A flote en la butaca vacilante,

con la cabeza asomando despierta

para sondear el mar de un vistazo,

muchas veces de pronto he comprendido

lo que pronto dejaría de ver

o anticipado la fachada en ciernes.

Discreto, ignorado, simple pupitre

de la escuela de estar desocupado.

Allí donde se aprende con la nuca

y el culo decide el punto de vista.

Donde emerge la evidencia impasible

quebrando el hielo de las convicciones.

Detrás y delante de ese intervalo,

muchos campos cultivé. Muchas tablas

cepillé y acumulé muchos clavos.

Muchos restos guardé y atesoré,

recogidos en ruinas y naufragios.

Muchas páginas leí, cuadros vi,

toqué tallado en piedra y en madera,

consideré a la luz de la ventana

y de la linterna. Muchas razones

deduje de pasos y melodías,

tamizándolo todo con la red

que del río extrae lo que no pasa.

Esperar la ausencia

Mucha pesca metí en mi bolsa, pero

la concisa lección definitiva

que me enseñó mi puesto de trabajo,

la recibí en este mismo paréntesis,

ante el telón o la pantalla en blanco,

entre lo turbio y su reflejo claro.

No la ola alumbrada por el faro,

ni el puente de mando ni el mascarón

de proa, sino el bote lateral,

apto para excursiones y abandonos,

al servicio de ociosos y curiosos.

Y a veces el timón, que está en la popa.

Así fue cómo dejé de buscarme

en los grandes retratos del museo.

Toca a unos hombres hacerse famosos

y a otros conocer la oscuridad.

Hay quien cumple su sueño y quien despierta.

De este lado del muro de cristal,

contemplo las estrellas en la noche

que me envuelve y oscurecido ruego

por una cultura sin nombres propios,

por una literatura sin libros,

dejando en lo alto cuanto elevé,

mientras sigo las ondas río abajo.

12.8–2.9.2022

Correspondencia nocturna

Editar es velar el sueño ajeno.

¿Cuán enamorado se puede estar?

No es como el lector, que duerme al lado.

La noche pesa sobre el ser despierto.

“Yo voy al teatro a silbar al público”,

me decía un amigo dramaturgo

a quien nunca el aplauso dejó oír.

Crítico se nace. Con ese drama

no se conmueve a nadie, aunque el conflicto,

siendo fatal, queda así asegurado.

No el mañana, aunque las próximas horas

son previsibles como la novela

que se me ha encargado solapar.

Tengo toda la sombra de la noche

por delante para dar a esta tinta

densidad y fluidez, y alrededor

para hacerlo con el discreto oficio

que mi oscura condición garantiza.

Como un párpado que se abre y cierra,

el deseo de reconocimiento

insiste y renuncia, igual que una herida

o el sueño opaco del que está cansado

pero trabaja. Y se retira y vuelve

a preguntar y pedir, considerado

tanto a la luz de la lámpara insomne

como al sol de la fama ajena, fuente

de un agua que no sacia pero brilla,

incapaz de dormirse en el sereno

perfil de una moneda. Así comercia,

pagando sus deudas con lo que obtiene

sin formar un capital, apostando

más al azar que a las cartas marcadas,

consigo mismo y con sus semejantes,

que los mismos billetes manipulan.

Aquí el que vende se siente explotado,

pero el que compra se siente estafado

y no hay, que equilibre la balanza,

más que el veneno de los comentarios

cuando se vierte en la copa del ausente,

deslumbrado por su propio reflejo.

Los que beben a su salud se ríen,

sentados a la sombra del espejo,  

pero hoy estoy solo y debo estar sobrio,

la silla recta y la espalda de pie.

Aun así, una sentencia que corrijo

me abre la risa y mi lengua inclina

al diálogo imposible con mi amigo

comediante, que duerme si no finge

dormir o estar despierto sobre un libro

como éste, inconcluso, interminable,

para ganar el pan de la vigilia.

Un faro que no guía a ningún barco,

mi ventana, la única encendida

sobre las plácidas olas del barrio

sumergido en su pecera sin islas.

Hago asomar una costa lejana

y deslizo hacia allí la breve espuma

de hace un rato, buscando el eco infiel

que confirme su razón y la firme.

Una risa cavernosa, de cueva

cerrada a ciudadanos honorables

en horas de servicio, al menos, donde

citarnos, como ahora no podemos.

La risa del amor desencantado,

que en la calma cautiva de estas horas

debo masticar con boca cerrada,

mientras maquillo, con dedos arteros,

un objeto vuelto prosaico. Hay alguien

que entiende esta tarea al otro lado

del océano opaco: la paciente

restauración de lo que jamás hubo,

espejismo de ojos legañosos.

Y por eso comprende esta escritura

de aguijones, que también él practica

cuando glosamos sagas y consignas

a la furtiva luz reveladora

de disecciones e iluminaciones,

luz mala del lector supersticioso.

Mientras el sol todavía no cubre

los estrechos límites de mi mesa,

puedo extenderlos, como de una balsa

los bordes que la apartan del naufragio,

aun si debo inclinarme ante este pálido

doble del amor no correspondido.

Mañana estará erguido en las vidrieras

detrás de las que otros no lucimos,

pasándonos debajo del pupitre

notas doctas acerca del premiado.

Desconocidos por nuestro semblante,

intercambiamos, fuera de registro,

toda una correspondencia culpable

de ser efectivamente privada.

1-2.4.2022

Paisaje velado

Willem de Kooning, Montauk II (1969)

I

El misterio es un rostro vuelto hacia sí mismo

que hemos visto una vez y ya nunca nos da la cara.

Lo que uno recuerda siempre es misterioso

–el pasado y el origen son siempre misteriosos–:

cinco minutos después de ocurrido,

uno ya no sabe si en realidad sucedió

o qué sucedió en realidad.

La piel acariciada vuelve a tener frío

y el que baja las escaleras podría no haber subido nunca.

Se pierde en la galería de los rostros amados

y entre ellos ya nunca es vuelto a encontrar.

Nadie sabe nada. La memoria es un museo

con todos sus cuadros mirando a la pared.

Sin detenerse, alguien vive en estos corredores

y el frío, al levantarle el cuello del abrigo,

delata al detective en plena pesquisa.

Ciertamente, uno tiene un aire misterioso.

Se ha vuelto misterioso. Y el misterio

es un rostro vuelto hacia sí mismo.

Máscara dada vuelta, símbolo de sí mismo,

el que baja las escaleras llega al medio de la calle.

A su espalda se amontonan multitudes incompatibles.

Pronto lo rodean; nadie choca ni avanza. Es inútil

tocar bocina, inútil como un grito. Todos quieren lavar

lo que creen lágrimas en su cara. Crecen. Como un mar,

se lo tragan. Los hombres son irreconciliables.

El silencio está entre ellos como una mujer callada.

Y esta mujer, ensordecida, se asoma a una ventana

que nadie mira.

Willem de Kooning, Untitled (1979)

II

Aguas vacías como lágrimas viejas

inundan tu cuarto y empujan mi barca.

Me has visto llegar al otro lado de la calle

con el pelo al viento, como a través del mar.

Sola señal de vida, el viento impulsa la corriente

y cierra las persianas de tu casa. Uno pronto se pregunta

quién pasó por aquí y quién vivirá allá arriba.

Willem de Kooning, Landscape, Abstract (1949)

III

Misterio, misterio. La violencia es la tristeza acelerada

y así todo misterio comienza violentamente.

Después va perdiendo velocidad

hasta volverse triste

como la rueda de un carro volcado.

Por este río seco se navega sin ancla.

Para encontrarse hay que ir con rumbo opuesto.

Después queda una huella como un pozo

despoblado. Y la tierra, girando, se la lleva.

Escaleras abajo, después de poco,

las lágrimas son sólo agua

olvidada en un rostro que no recuerda haber llorado.

En esto hay un misterio, un hecho oculto a la mente.

Uno ya no sabe qué sucedió en realidad.

La única testigo tiene frío. Se levanta el cuello del abrigo

y sale: la espera el agua mansa

de una calle siempre igual. Quien por aquí haya pasado

no pasó, no compró nada y nunca subió:

hasta que ella diga lo contrario. Entonces su voz sonaría

en valles sin eco y radios apagadas

hasta ahogarse en un río vacío. Ante este pensamiento se da vuelta

y mirando hacia su ventana, imagina la vista desde allí:

un paisaje tranquilo y devastado,

triste como la distancia abandonada.

1987

Cementerio vertical

Petrificada cascada de nombres

y trabajos. Restos reproducidos

o, con mayor rigor, reproducciones

de restos reunidos y organizados

cada vez bajo un principio precario

que en la construcción procuraba hallar

su fundamento. Trazos inmediatos

de un paso inseguro y apuntalado,

con demora de recopilador,

por el nuevo salido del infierno

vuelto sobre su recorrido. Signos:

fragmentos compuestos bajo una firma

nítida y difusa, como la goma

precisa, invasiva, que disimula

los huecos y las grietas del conjunto,

haciéndolo pasar por algo orgánico.

Un fantasma recorre cada mundo

fijado y sugerido por sus huellas

en cada intento de reanimarlo

emprendido por sus deudos. Existen

esos trazos, restos de pensamiento

fosilizado, negro sobre blanco,

del que la luz letrada se desprende

clara y alumbrando, pero no hay

ni una brisa del aliento supuesto

bajo las pétreas letras pasando

de la losa al lector que la contempla,

abanicándose en vano. Lustrosos,

flamantes, descascarados perfiles

apretados el uno junto al otro

en hileras discretas e imponentes

a un lado del pasillo, dominándolo,

sombra blanca sobre el oscuro curso

de las calladas aguas apacibles.

Caras escondidas una tras otra,

plegadas, con sus marcas y sus manchas

testimoniando la era mortal

o, corrijo, lo mortal de la era

cerrada como sus hijos en fila.

Sucesivos estratos de memoria

en el caprichoso orden de las lenguas,

de los volúmenes y los orígenes,

las afinidades imaginarias

o referidas, las dedicaciones

y las especialidades, los nichos

uno sobre otro, ilustres hileras

en calma sucesión de arriba abajo,

reunidas en el mismo plano, libres

de la dimensión en que se respira,

escandida catarata de hielo

plantada justo enfrente y a la orilla

de las aguas dormidas que se arrastran.

Yo nací de entre estas piedras de pie,

de esta Roma con sus muertos inscriptos

en el lomo y la frente de sus lápidas

que permaneciendo inmóvil se aleja

irreversible como la carrera

serpenteante, irregular del Tíber,

sin hundirse pero ya inabordable

por más declinaciones que domines

de su lengua, volcada a partitura.

Desprendido, como apuntado al margen,

examino la rígida película

vertical entre mis dedos, un cuadro

que lleva a otro casi igual al lado,

corriente levantada, sin caída,

me paseo entre concentradas líneas

de palabras lapidarias, aparte

del coro casual de las transacciones,

y reparo, por primera vez, como

si no hubiera tenido tiempo antes,

en las fechas. Los números desnudos

al cabo del balance, con un guion

en medio señalando la abolida

presencia del fenómeno de turno.

Muertos. Todos muertos. O muerto todo

lo que los animó, lo que procura

reanimar el creyente entregado,

en sublime sesión de espiritismo,

al drama detrás del telón de piedra,

de la cascada, como grave estela

fijada al margen de la costa seca,

que labrada persiste en su caída.

Cabezas convocadas por la pública

lectura del confiado testamento

sin herederos de cada firmante,

cada una abstraída en la idea única,

gris, de un testamento del heredero,

sostenidas en lo alto del cuerpo

separado del mármol modelado,

en la gran tradición del monumento

que se seca agotada la tormenta

mientras la gota moldea la piedra.

15–18.6.2021

Tierras de acogida

Van rumbo a un sur

del que llega un rumor.

I CORO

¿Por qué caminar tanto si no vamos tan lejos?

Del oro que se queda detrás del horizonte,

no nos tocará más que la luz de estos reflejos

tardíos y livianos, aunque el viento remonte

y arrastre nuestros pasos en una de esas olas

suyas favorables, oportunas, ascendentes,

que rompen el tímpano a las pobres caracolas.

El río de la abundancia sólo admite afluentes

y el arroyo que seguimos se aparta y se seca.

¿A qué cielo conducir nuestro carro sin alas?

Nos creemos de paso, pero a falta de meta

nos vamos quedando en los rincones de estas salas

que estaban aquí cuando llegamos y ahora esperan

la próxima ola, con sus nuevos estancados

en la función de calentar el sitio que heredan.

Sin embargo, no todos los pasos están dados.

La lluvia resbala por las caras de las casas,

desdeñosas o indiferentes como porteras,

pero los pies que se hincan en calles y plazas 

conservan en cada planta sus huellas enteras.

1-15.11.2021

II SOLO

Me convertí en una ópera bufa

porque mi voz no halló abrigo en el coro.

Llegué al teatro colmado el aforo

y tuve que encender mi propia estufa.

La risa, contagiosa, me sostuvo,

pero si uno hace todos los papeles,

los quema y aunque mude varias pieles,

acaba desdentado. Si retuvo,

tal vez encuentre dónde hallar reposo,

pero ni ahí escapará del acoso.

15.11.2021

III IDILIO

Cazada, como una vela,

para que el viento la hinche,

se eleva por sobre el aire

desde que tiene raíces.

Aterriza y se despliega

sin derramarse, despierta

en la calma suspendida

sobre la piedra arrojada,

mientras despacio se acerca

la costa bajo la quilla.

Dar a luz, dar al olvido,

consentir en tener casa,

dejarse dorar al sol

que no salvará la tierra,

son maneras del aliento

cálido en busca de fuego.

Del mástil a las ramitas

hay la distancia completa

que lo que enciende reúne

con lo que lento se apaga.

15-16.11.2021

IV CONTEMPLACIONES

Yo creo que los ángeles no cantan,

sino que permanecen suspendidos

en el vibrar de esas alas que espantan.

Mientras vuelvan las aves a sus nidos,

habrá música en casa. Sobre el agua,

planean las voces de los caídos.

Comprender no es la función del agua,

que sin reflexión refleja lo dado,

sino regar y refrescar la fragua.

Las alas no son las plumas del pavo

real, que con su abanico se encanta,

pero su sombra no hace tejado.

16-17.11.2021

Gaviotas negras

Les écrans du soleil (Leonardo Cremonini, 1967-1968)

ACORDES: Am / D7 / Em7 / Em / Gm / Dm7 / Eb / D / Am6b / E7 / F# / E / Dm / C / G / F

Estas costas enterradas

Bajo un cielo azul postal

Van poblándose de cuerpos

Que no quieren despertar

Nuestro amor se va y regresa

Como un loco a lo normal

Cada día de más lejos

Sin decirnos dónde va

La gente que imita

La risa del mar

Alrededor

Ya va tomando buen color

En paz

Días radiantes

Pasan como aviones

Vacíos ante el sol

Ahora vamos hasta el fondo

De un profundo callejón

Que lleva a un hondo

Cajón

Caminamos en redondo

Como el ciego en su prisión

Estas costas separadas

Por un mar conciliador

Van hundiéndose cansadas

En la espuma y el rumor

Nuestro amor se va y regresa

Como el viento alrededor

A girar en la veleta

Del olvido y el rencor

Huellas y sombras doradas

Se borran sin un adiós

Ahora vamos hacia el centro

De un oscuro corredor

Que lleva dentro

Del sol

Quemo todo lo que encuentro

Pero el fuego no es mejor

1983

Defensa del archipiélago

1 Creciente

Un hombre soñó convertirse en isla,

pero antes tenía que morir.

Mientras fuera ese hombre, lo que aísla

tendría que evitar para vivir.

Solo, un hombre tan sólo es una piedra,

pero unido construye una ciudad

y deviene, en los brazos de esa hiedra,

un árbol con raíces de verdad.

Como aturdido por unas campanas

al comienzo, parece despertar

poco a poco, lo mismo que sus ganas,

pero logra, al sumar, multiplicar

por docenas los pies que, emparejados,

siguiendo, bailarines, su compás,

como el bosque de Macbeth levantados,

toman la calle y nadie queda atrás.

Como un sol pleno inundan la pantalla,

manifestando su felicidad,

hasta que nadie queda afuera y calla,

apagada, la negatividad.

¡Ay, pero ahora, con todos adentro

y nadie que haga de espectador,

todo amenaza con fundir a negro

y no queda margen alrededor!

27.7.2021

2 Orilla

Dos polos y las ambiguas comillas del juego.

Libertad y cautiverio, un carbón y una vela

encendidos en las puntas del pecho que ciego

palpita amoldándose a la mano que revela.

Una reina a la que dan órdenes en su trono,

una esclava con licencia de tierras ajenas.

Anécdotas litorales variables en tono

como el límite entre las aguas y las arenas.

27.7.2021

3 Rompiente

A la sirena se le escapó un gallo

y de un picotazo me despertó.

Acento fulminante como un rayo,

el cristal de terciopelo quebró

y vi caer el sol sobre los hombros

dorados del gigante en el peñasco,

hundido ya a nivel de los escombros

que antes me impedía ver el asco.

Nunca más las escamas de esa cola

veré, ni brillarán astros y estrellas

con esa luz, ni habrá una nueva ola

que tanta altura alcance o deje huella

comparable en aquél cuya razón

alumbró esa última canción.

Delfín Negro, 18.7.2021

4 Postal

Sobre la arena tendida, madre de espejismos,

canasto, sandalias, telas claras y estridentes.

De la huella la vista busca el pie que presiente

y desentierra la nuca asomada al abismo

que ondula transformado en vidriera, con sus piedras

preciosas y escurridizas, su jardín de ortigas

y su arco iris de invitaciones fugitivas.

La figura real y entera seca la niebla

favorable a las impresiones, pero ¿por qué

creer en el documento, en la estatura adulta,

más que en las migajas hacia la imagen oculta,

cuando es ésta la que ha ganado nuestra fe?

Son Bauló, 19/28.7.2021

5 Margen

Vivir al margen es rodear una montaña

sin dejar que el sol caiga antes de hora,

llevar la barca por la telaraña

cuando no pasa la ola ansiosa que devora

y al revés que el mal timonel, que erró y quedó manco,

deslizándose paciente entre el barro y la caña,

tirar la piedra y esconder el blanco.

28.7.2021

Meditaciones mediterráneas

I

El horizonte contenido. Los barcos, magros,

embalsamados entre península y península.

Cielo de vitrina y un oleaje de gasa.

El rastro de los monstruos marinos es un trazo.

II

Mar de botella y mástil de palillo. Navega

la racha sin freno de la ola imaginaria.

La grúa del puerto dormido llama al cristal.

La ostra no responde. El golfo, puño cerrado.

III

Capitán de camarote y piloto de mapa.

El ojo de buey guiña y desemboca en un vaso.

Las grandes navegaciones, ya hace tanto secas,

agrietan la profundidad de los pergaminos.

IV

Un mundo refugiado bajo un cielo mayor

y acorralado por dentaduras desiguales.

Un plato de agua y sal tan lleno de tropezones

que nunca han bastado para colmarlo y saciarse.

V

Soy la última hoja de una rama menor,

el eslabón más leve de una rota cadena.

La punta de un trapecio ya a punto de caer,

la gota caída aparte de un charco cansado.

VI

El mar suena más profundo cuando se desplaza

por el espiral del caracol al del oído.

Afuera se ve sereno como las postales

donde se firma, callada, la paz familiar.

VII

Que esta página impar continúe derramándose

en la misma tinta blanca que no coagula

y siga así retirando, prudente, lo dicho

de la mesa insaciable que bebe su palabra.

VIII

Mi cabeza es el vientre de cualquier madre en ciernes,

desconfiada de ese mar del que todo lo espera.

La playa sembrada de estériles amuletos

relumbra a sus ojos y acecha bajo mis pies.

IX

Huellas en la arena que no significan nada,

ni se pueden aprender o proteger del viento.

Cimientos de nubes elevándose a tormenta,

sumergidos en la ciénaga ornada de espuma.

X

Dos mujeres. Delante, la que fuma y vigila,

distraída, a los niños en el mar, mientras monta

su guardia ante el recinto invisible que la otra

cierra alrededor de la pantalla que la absorbe.

XI

La sombra del cuerpo blanco divide la arena,

que intocada se cierra tras el paso no dado.

Desplegadas, las alas abandonan su huella

al sol que picotea hasta no dejar un grano.

XII

La horizontal que determina la sucesión

de las cosas en el espacio, recta y discreta,

carece de razón y tan sólo porque calla,

como si ya lo supiera, resiste al abismo.

XIII

Ni obsesión ni objetivo ni curso transversal

sobre el vago y lento oleaje balbuceante.

La historia sepultada de un galeón caído

bajo las sábanas de un sueño mucho más firme.

XIV

Del consuelo que extiende la manta de la pena,

de esas viejas pagadas que vienen a llorar,

que no quede en la arena más sombra que la espuma,

que sonríe un momento y al siguiente no está.

XV

Pequeñas acuarelas superficiales pero

sugestivas, lo que desborda su estrecho marco.

Un aire de mar difuso dentro de una red

cuyos lazos deben su fuerza a su levedad.

Las Palmeras, Tarragona

13–15.7.2020

Muerte y separación

El espigón es largo y peligroso

porque se hunde en la niebla al traspasar

el límite del lado luminoso,

donde el océano se muestra amable

y rompe suavemente, sin quebrar

ninguna imagen. La luz favorable

a las rutas trazadas en la arena

no es la que desgarra el velo lejos

del muelle, sobre el borde horizontal

del incierto infinito, con su escena

de naufragios bajo unos pliegues viejos,

sino esta otra, que ignora ese mal

y calienta los pequeños castillos

mientras duran, ajena a los reflejos

en la selva gris. Aquí, con palillos

en lugar de mástiles, atraviesan

la distancia desconocida, espejos

empeñosos de aquellos que no cesan

de borrarse, embarcados tras la bruma

pasado el espigón, donde ya empiezan,

desencarnados, a volverse espuma.

Cuando el mar sabía lo que decía,

sus olas se alzaban altas y claras,

legibles, letradas, y no rompían,

privadas de razón y de palabra,

rumbos y escolleras, voces y caras,

con sus conciertos de saltos de cabra

y sus danzas de vírgenes a solas.

El mar, cerebro loco, sigue hablando

en el oído de las caracolas,

pero no funda en su hondura un discurso

que se pueda seguir ya, como cuando

daba así a lo pequeño su derecho

y a lo grande su lugar, en el curso

de lo inestable, sino que del lecho

profundo eleva lo oscuro, sonoro

pero ilegible, indescifrable, al llano

perturbado, que lo prefiere, a coro,

velado, extraño, fugaz y lejano.

La playa hace sombra al acantilado

cuando juega con el eco y el oro,

y no quiere moverse de su lado.

13.12.2023

Interior con aire acondicionado

Habitación de Lucien Freud

Quita los retratos y las escenas de caza.

Vela las aristas. Diluye el contraste dado

y toma lo que se extiende. Allana las texturas.

Peina sábanas y cortinas, cuelga toallas,

chaquetas y corbatas hasta la rigidez

vertical de todas sus líneas sobre el plano

aéreo, el cristal ideal sin tercera

dimensión, de pie sobre el espacio que reposa,

y desliza despacio la puerta corrediza.

Deja todo en reposo. Ponle llave al armario

y empótralo en la pared. Píntala transparente,

blanquea la cerradura. No dejes indicios

de tus inclinaciones ni huellas en la alfombra.

Tamiza la luz hasta dejar su fuente helada.

Concentra bajo control el calor necesario.                  

Escena del crimen sin cadáver ni violencia.

Paisaje póstumo sin horizonte ni puntos

suspensivos ni de fuga. Planicie cerrada

por los cuatro cardinales. Perspectiva nula

de la retina pegada al cristal cual cristal

vuelto retina. Mirada contraída y plana,

fuera del ojo. Como se pliega un catalejo

reduciéndose a un lente indiferenciado y vago

a cambio de la neta superficie fijada.

Planos verticales, horizontales, oblicuos

y entre todos, así dispuestos, definitivo,

neutralizando la tensión entre los espacios,

el retirado terreno de una retirada

a la abstracción, al plan, al plano, desde el suelo

abierto y las abruptas pendientes encontradas.

Del verbo al sustantivo cubierto de adjetivos,

del paraje convulso y recargado de cuerpos

tramados entre sí en alianzas y antagonías

a convalecencia sin rehabilitación,

goteo imperceptible de los días de paso

junto a la cama bien tendida ante la pantalla

que exhibe y guarda las conflagraciones ausentes

en la ventana velada. Representación

en continuado, en trance, recapitulación

marginal de los deshechos, décadas, ciudades,

generaciones desenterradas. Hoy blanquea

tu heredado sepulcro, temperatura ambiente

dominada de la amplitud exigua. Recoge

los restos que dan peso. Con una dimensión                       

de menos se vive más: indefinidamente.

21–22.1.2024