Espejo negro

Robert Rauschenberg, Untitled (1951)

I El café de mi razón

El momento detenido

como una palabra ahí en la punta de la lengua

donde, clavado encima de una mesa

rodeada de indistintos,

desde el pozo en un puño que aprieta la mirada                    

se enciende, igual de humeante, el acento

sobre el lomo del rumiante

inclinado a la espuma universal allá abajo,

me dio a luz, silueta o fantasma en ciernes

ganando peso y ahí

ligero pero no casual, tensadas las cuerdas

de los nervios para el índice súbito.

El momento repetido

de negrura y lucidez repentina, en discordia,

ocupando mesa en la multitud

mientras nace la materia

azucarada y luminosa del universo

y se expande a la vez que se disuelve

bajo el giro de muñeca

del concentrado observador que de sí se olvida

en la paralela transformación

de su persona en la especie,

puso en órbita, como una antigua catapulta,

la cabeza a la que salvé la cara.

El momento decisivo

de atención indivisa que divide, afilada

y en cuña hacia la materia, la mesa

del salón, con el acento

a pico sobre el cosmos en expansión, centrado

en una cucharita que revuelve

espacio y tiempo en el mismo

sentido y reloj, despertador, me hizo nacer

y abrió el ojo, mandando y bautizándome

con un solo movimiento

que de la mesa hizo un tablero y de esa mirada

mía un instrumento de medición.

El momento sin retorno

que vuelve a poner delante el punto de partida

cada día cuya sombra revela.

Deux ou trois choses que je sais d’elle (Jean-Luc Godard, 1966)

II La razón de mi café

Detrás de este sabor reconocido,

del hábito y su constancia,

que en cada sorbo atento devuelve un bien perdido,

se abre interminable la distancia

entre la negra sustancia

del universo expreso y el ojo distraído.

Las dos o tres cosas que sé del cielo

caben dentro de una taza

donde se quita a la Vía Láctea su velo

y se la hace representar la masa

de las cosas a la caza

de conciencia que las haga objeto de un anhelo.

Un viaje es una cuestión de moral

donde, al inicio inocente,

corresponde la separación del bien y el mal,

según se llegue a culpable o consciente

a través de la pendiente

que convierte el camino proyectado en real.

Adónde ir y dónde detenerse

sigue siendo la cuestión

que plantea cada día, oscura y sin moverse,

la cosa que tu negro corazón

refleja, en su imitación

de los astros que en tu derrotero quieren verse.

Tiempo abolido por los ecos ricos

de este discreto deleite.

A mi espalda un niño pide un libro para chicos.

En mi nuca un hombre anuncia el aceite

de su coche. Quien se afeite

que defienda tal fe de la soberbia y sus picos.

Yo alzo el negro universo estallado

de nuevo a mi lengua viva

y lo vierto en otra oscuridad, desembarcado

en la orilla despejada y esquiva

donde lleva la deriva

desde el punto inicial del sabor reconcentrado.

25–30.10.2022

Publicado por

Ricardo Baduell

Desde hace veinte años me dedico a ayudar a escritores y personas que quieren escribir a concretar sus proyectos. He colaborado con reconocidos autores latinoamericanos y españoles en diversas obras publicadas, así como con muchos escritores noveles de ambos lados del Atlántico. Trabajo además con editoriales y agencias literarias, analizando y seleccionando manuscritos. ¿Escribes? Escríbeme (ricardobaduell@yahoo.com). O llámame (+34 667 912 702). O visita mi nuevo sitio Ricardo Baduell Book Doctor (baduellbookdoctor.com).

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