Con guitarra

ACORDES: D6 / Bm / A9 / Fm# / Em / G / A6

No tengo a quién cantarle esta canción

No dice nada de mi condición

Pero la guitarra

Me sirve de su jarra

Sin razón

No llevo esta melodía en mí

No se parece a nada que escribí

Pero la guitarra

Como la cigarra

Canta igual

Aunque nada

Tenga que decir

A nadie más

No reconozco esta inspiración

No me parece una iluminación

Sólo la guitarra

Confía en lo que narra

En vez de mí

Que no tengo

Nada que contar

Ni que cantar

Sobre nadie

De ningún lugar

Cerca de aquí donde crecen ortigas

Y faltan voces amigas

Que llamar al otro lado del monte

Esperando que remonte

La situación

No tengo quién espere esta canción

No veo signos de liberación

Sólo la guitarra

Sabe lo que guarda

En su interior

Muy adentro

Donde tiene el corazón

En el centro

De lo negro

Donde están la salvación

Y la verdad

2023

Mi segundo nombre

Pierre Clementi en Partner (Bernardo Bertolucci, 1968)

“José se llama Ricardo”,

me encontré haciéndome oír,

cuando empezaba a hacer frases

como hacían los mayores.

Remedaba el pensamiento

con mis trenzas de palabras

y al tropezar descubrí

el asombro filológico.

Yo era uno y era dos,

el primero y el segundo,

que además eran el mismo

y cambiaban de lugar,

de predicado a sujeto

y de estrella a acompañante,

aunque era difícil ver

quién era quién o qué eran.

Como verse en el espejo

y ser otro además de uno.

Ser uno y otro a la vez,

el del espejo y yo mismo.

Pero distintos y juntos,

sin el cristal de por medio.

Yo es Otro y juntos van

nosotros y ellos o vamos.

Pierre Clementi en Partner (Bernardo Bertolucci, 1968)

El acento redoblado

por la rota simetría

y la inversión de los nombres,

el que usaba y el que no,

agravaba agudamente

la noción desenterrada.

Sin haber leído a Mao,

analfabeto en la época,

revolucionado supe

que uno se divide en dos.

No se fusionan en uno

dos, sino que, dividiéndose,

uno, yo, se multiplica

por dos: el primogénito

“más fuerte que el soberano”

y el segundón, a su sombra,

anunciando “añadiduras”.

¿Qué significan reunidos?

¿Por qué van juntos? ¿A qué?

¿Por qué, una vez descubierta

su dualidad, en mí viven

su condición de siameses?

Chang y Eng Bunker

En la guerra de Ricardo

sólo contaban los muertos.

Su nombre, su obra y su tiempo,

para inscribir su leyenda.

Del epitafio nacía

el rastro en que se buscaba.

Poco escrito o pronunciado,

José lustraba las lápidas.

De cornudo de Dios padre

a Padre del Hombre, el paso

no se dio, en mi perspectiva,

hasta caer del caballo

quien creía en la victoria

de la piedra sobre el polvo.

Caballero y escudero,

a la par sobre el camino,

intercambiaron sus armas

y el humilde al derrotado

sirvió de espada en la lona

y el derrotado al humilde

sostuvo frente al ingrato.

Partner

Entre estos dos he vivido,

asombrado del espacio.

“La soledad me ha forzado

a hacer de mí un compañero”,

leí y vi que “el cigarrillo

es el tierno compañero

del preso”, que se consume

demorando pedir fuego.

Colillas de igual tabaco,

astillas del mismo palo.

El empeñado en firmar

y el solapado heredero

tienen el mismo destino

con caracteres distintos

escritos sobre mi espalda.

Yo soy los dos, dividido

por la conciencia de serlo:

el bautizado con fuego

y el descubierto más tarde,

reconocido después,

suplente como yo mismo

con mis dos nombres usados,

del vacío el habitante.

31.10–3.11.2022

NOTA: «La soledad me ha forzado a hacer de mí un compañero» y «El cigarrillo es el tierno compañero del preso» son frases de Jean Genet.

Vacío y relleno

el ánimo de imponerse por el volumen

en lugar de por la proporción

Mauricio Wacquez, Frente a un hombre armado

Sustituir un signo por una cosa

no lava la mancha que queda abajo.

Recurrir a la evidencia admitida

muestra el deseo de una inadmisible

inocencia, de una vil garantía

de inimputabilidad pase lo que

pase, un salvoconducto para andar

y desandar entre los consumados

hechos, como un arado sobre tierra

fértil en frutos y estéril en razones

que, si no devora a quien la cultiva,

es a cambio de ese apego a los muebles

que elude abrir los cajones, confiado

en el suelo que pisa y la penumbra

de su umbral, sombra semejante y cómplice

de la falta que el signo señalaba.

Lo que sea que ocupe ese lugar

se prefiere a la huella sin su pie.

Lo que fuera que dejara esa marca

podría volver, podría traerlo

también de vuelta el giro de la tierra

al paso fatal de las estaciones.

Cualquier cosa que ocupe tal espacio

del que la especie no puede apartar

la mirada, con ojos en la nuca,

es preferida a su profundidad,

ilimitada como su extensión,

a la medida del hombre, no es.

Ocupar territorio como sea,

con guerreros, cultivos o ganado,

es lo debido para el endeudado

y lo que manda la supervivencia.

Terror a la luz y a la oscuridad,

terror a la culpa y la autoridad,

a la diestra autoridad de la luz

y a la siniestra de la oscuridad.

O son dos caras de la misma ley

que muda repite a unos que todo

lo que digan será usado en su contra

y a otras que, aunque digan y redigan,

sus palabras se las llevará el viento,

en una oscura síntesis de biblia

y código penal cuya luz guía

al peregrino por la senda abierta.

Cerrado se alza el bosque a los lados

y detrás se adivina el precipicio

sin fondo, impermeable a los cimientos

de que crecen las civilizaciones.

¡Oh, pirámides! ¡Oh, torres! ¡Oh, templos!

¡Oh, metrópolis romano-germánica!

¡Alcázares y panteones, arcos

y escudos, mausoleos, monumentos!

¡Palacios de gobierno y edificios

corporativos, urbanizaciones

entrevistas en sueños y calcadas

sobre mesas deforestadas, bajo

nubes de grandeza como telones

delante del azul! ¡Oh, residencias

de los inalcanzables, latifundios

y jardines colgantes! Y en creciente

proporción, a escala, acumulaciones

y versiones ampliadas, en volumen

y resonancia, utensilios, discursos,

colmadas, apretadas plataformas…

Reverso del potlatch: no un desafío

del cuerpo al espacio que lo rodea

desprendiéndose, en su esplendor, de cuanto

podría servir de escudo o muleta,

sino la ciega previsión de riesgos

errados levantando una muralla

de cosas y restos multiplicados

que reduce ese cuerpo a un común múltiplo.

Y en el muro cada bloque extendiéndose,

a riesgo de caer todos en bloque,

o peor: queriendo hacer de las cosas

signos intachables, realidades

poseídas y dables en herencia

a quienes, sobre ellas, vivan sentados

entre cojines, piezas disecadas

y velos hasta perder el aliento.

18–21.10.2022