
…el ánimo de imponerse por el volumen
en lugar de por la proporción…
Mauricio Wacquez, Frente a un hombre armado
Sustituir un signo por una cosa
no lava la mancha que queda abajo.
Recurrir a la evidencia admitida
muestra el deseo de una inadmisible
inocencia, de una vil garantía
de inimputabilidad pase lo que
pase, un salvoconducto para andar
y desandar entre los consumados
hechos, como un arado sobre tierra
fértil en frutos y estéril en razones
que, si no devora a quien la cultiva,
es a cambio de ese apego a los muebles
que elude abrir los cajones, confiado
en el suelo que pisa y la penumbra
de su umbral, sombra semejante y cómplice
de la falta que el signo señalaba.
Lo que sea que ocupe ese lugar
se prefiere a la huella sin su pie.
Lo que fuera que dejara esa marca
podría volver, podría traerlo
también de vuelta el giro de la tierra
al paso fatal de las estaciones.
Cualquier cosa que ocupe tal espacio
del que la especie no puede apartar
la mirada, con ojos en la nuca,
es preferida a su profundidad,
ilimitada como su extensión,
a la medida del hombre, no es.
Ocupar territorio como sea,
con guerreros, cultivos o ganado,
es lo debido para el endeudado
y lo que manda la supervivencia.
Terror a la luz y a la oscuridad,
terror a la culpa y la autoridad,
a la diestra autoridad de la luz
y a la siniestra de la oscuridad.
O son dos caras de la misma ley
que muda repite a unos que todo
lo que digan será usado en su contra
y a otras que, aunque digan y redigan,
sus palabras se las llevará el viento,
en una oscura síntesis de biblia
y código penal cuya luz guía
al peregrino por la senda abierta.
Cerrado se alza el bosque a los lados
y detrás se adivina el precipicio
sin fondo, impermeable a los cimientos
de que crecen las civilizaciones.
¡Oh, pirámides! ¡Oh, torres! ¡Oh, templos!
¡Oh, metrópolis romano-germánica!
¡Alcázares y panteones, arcos
y escudos, mausoleos, monumentos!
¡Palacios de gobierno y edificios
corporativos, urbanizaciones
entrevistas en sueños y calcadas
sobre mesas deforestadas, bajo
nubes de grandeza como telones
delante del azul! ¡Oh, residencias
de los inalcanzables, latifundios
y jardines colgantes! Y en creciente
proporción, a escala, acumulaciones
y versiones ampliadas, en volumen
y resonancia, utensilios, discursos,
colmadas, apretadas plataformas…
Reverso del potlatch: no un desafío
del cuerpo al espacio que lo rodea
desprendiéndose, en su esplendor, de cuanto
podría servir de escudo o muleta,
sino la ciega previsión de riesgos
errados levantando una muralla
de cosas y restos multiplicados
que reduce ese cuerpo a un común múltiplo.
Y en el muro cada bloque extendiéndose,
a riesgo de caer todos en bloque,
o peor: queriendo hacer de las cosas
signos intachables, realidades
poseídas y dables en herencia
a quienes, sobre ellas, vivan sentados
entre cojines, piezas disecadas
y velos hasta perder el aliento.
18–21.10.2022
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