
1
Tu cuerpo grande y tierno como un árbol
sólo se yergue para ser talado.
Los espejismos se borran
pero el desierto persiste,
como se borran las huellas
y permanece la sed.
2
La mano se cierra, pega
y el puño vuelve mojado;
la mano, vacía. El pie,
por dejar huella, se cubre
de polvo; la huella aguanta,
pisada. La inseparable
sombra a tus pies, más que tuya,
es de la tierra; la imagen
quebrada en la superficie
se recoge en tu quietud.
3
Así dormidas son perfectas. Nada
puja ni cede en su sueño redondo.
Toca, aprieta, acaricia, dice el aire.
Basta una gota caída del árbol
para enturbiar el espejo imantado.
4
El no de pecho.
El sí mayor.
Del no de pecho
al sí mayor,
¿qué escala lleva,
qué contrapunto
invierte el tono
y da al exceso
su negación?
5
Lo normal y mundano se me impone.
Veo las cosas por segunda vez.
Pesadas, apoyadas en sí mismas.
Sin aire en que flotar mientras el río
las pudre. Durmiendo bajo los arcos.
Girando con las sombras, opacando,
mientras se dejan atravesar limpias
por el sol estridente, sigiloso.
6
Por esta calle pasé igual que el viento
y a nadie quité el sombrero
que no lo recuperase.
Sujeto que no quiere el predicado,
soy el que rompe el silencio
donde las frases muy claras se acoplan
y hace falta hablar oscuro.

7
Ahora que estás despierta,
la fuente ruge,
la catarata
no cae, sino que salta,
y en la ventana discreta
el sol irrumpe.
8
La piedra al fondo del río revuelto
queda, la del puente es dejada atrás.
Mira ahí abajo que rápido tiran
más abajo aún el muelle reciente,
con la perla que la ostra rechaza.
Una gota ya inclina la balanza
donde pisan más fuerte los notables
y se deslizan los desarraigados.
La piedra al fondo del río
no junta polvo y entierra
puente tras puente en la ostra
que la balanza no pesa.
9
El despertar taciturno
de quien sigue entre las cosas.
El cuerpo como otra cosa.
Manos y tazas lavadas
en una sola corriente.
Río arriba,
apartando la maleza.
Río abajo,
soportando la llovizna.
La palabra como un aura
del hosco núcleo.
10
Tu cuerpo suave y flexible, de agua
que hace relumbrar todas las cosas,
se derrama soltando sus cristales
bajo la mano invisible del viento.
Cuando un árbol así cae al desierto,
dando toda la sombra de sus ramas,
sus cenizas se mezclan con la arena
y su raíz crece firme en el aire.
11
Quedan los pájaros,
el seco instante,
el relumbrón
que el sol opaca.
Quedan clavados
en la madera
cortada ayer
para retablo,
modesta leña
o tibia luz.
12
Estás delante del espejo falso
que te muestra lo que no eres, el que te enseña
lo que quieres, como si esos nenúfares
que bailan a la distancia cabal de tu brazo
pudieran emerger de su perfume.

13
Remontando la niebla se llega a la tiniebla
impenetrable dentro de la piedra.
La fluida claridad con que discurre la sombra,
desovillándose aunque en sí se esconda
mientras serpentea hacia la desembocadura
radiante que la niega, nada anula
de la fría afirmación en su dureza absorta.
14
La primera cerveza del verano,
con el sol en su cristal,
regresa desde antes que nacieras,
como esa luz, puntual.
Así cada día incendia las cúpulas
cubiertas por su gran manto de azufre
que cobija y regenera,
mientras crece en el fondo de la jarra
la sed sobrenatural.
15
…atravesar el mundo de los vivos
para llegar al cielo de los muertos,
cuyo único rastro son tus huellas…
…remontar la catarata
hacia la fuente invertida
donde arde la corriente…
…interpretar en desacuerdo con lo cifrado
el insidioso presagio que el sol enmascara,
conservando lo tangible en el centro del claro…
…ser en silencio
la voz erguida
que se desplaza…
16
Si devuelvo el envase, ¿ya podré evaporarme?
Soy la encrucijada de un montón de desencuentros
y tantas calles cortadas a oscuras que sólo
concibo las salidas cancelando las citas.
17
Coincidencia en la cresta de la ola
del espejo y la ventana,
destello del húmedo diamante en el aéreo
oro del sol,
instante delgado como la lámina
ilustrada por su opuesto,
como la piel del astillado velo
entre dos mundos,
impresión de eternidad en la página ardiente
del día, de gravedad
en la carrera de lomos de plata.
18
Las sucesivas islas desde cuyas orillas
el náufrago, seco, interrogaba al horizonte,
se confunden en su estela, iguales a los granos
de arena reunida bajo los pies detenidos.
Dorada por el sol que detrás del mar responde,
la risa del mar resuena de una roca a otra
y en cada ola se alza la sed escondida,
visible como un rayo de sol cuando tropieza.
18–25.5.2021

