Apuntes del natural en la muralla de Cáceres (1 – 7)

«…y envuelto en la luz lavada de imágenes…»

Domingo de errancia

1. Al pie de la muralla

Amplitud de la historia, trascendencia:

lo que se quiere es la actualización

de ese espíritu latente y dormido.

La iglesia de San Juan, vacía pero

visitada por el sol dominguero,

deja oír un espíritu sin cuerpo

que sólo por sí mismo y en sí mismo,

para sí mismo canta, vago espectro

de la piedra al margen del río, peso

que la corriente no se lleva, al fondo

de la móvil transparencia ligera.

Espacio aparte abierto y conservado

para un turista lejos del altar

y una señora a mitad de camino

entre la fe y la curiosidad. Sigo,

ya dentro, con la mirada, los arcos

que llevan a la cúpula del firme

interior levantado bloque a bloque

y envuelto en la luz lavada de imágenes

agrego mis pasos al recorrido,

avanzando por la nave mayor

despacio hasta descubrir al artífice

de la voz de la fe con su teclado.

Funcionario civil, con su presencia

ni divina ni angélica me prueba

que no era una grabación el eco

fiel del verbo en el templo sin creyentes,

sino un acto, en mi tiempo ejecutado.

¿“Cantaron”, el señor y su instrumento,

“la resurrección”, como las cigarras

del poema de Cardenal, poeta

llamado a ser pájaro y sacerdote,

para las hembras sordomudas? Cuando,

profanamente instalado en cualquiera

de las largas bancas alineadas,

termino de tomar mis notas, veo

una señora que acaba de entrar

y arrodillarse en la punta. Hay que ser

muy mayor, y parece que mujer,

para rezar. O el hombre, cuando reza,

prefiere no ser visto y sólo oído.

2. Tema

La ciudad vieja y a su alrededor

la ciudad nueva, como en derredor

de un aljibe, con su fondo infinito,

la sed, sin escondite, da su grito.

Un punto de vista elevado

3. Caspar David Friedrich

Desde la perspectiva de algún observador

cultivado situado a mis espaldas, encima

de esta pequeña plaza desde la que me asomo,

éste podría ser un cuadro clásico: solo,

el observador inclinado sobre el conjunto

como yo, apoyado entre estas almenas, contemplo

la alegre concentración en la Plaza Mayor

de lazos de sangre y cercanía, vecindades

y generaciones, orientaciones y gremios,

en nombre del deporte y la vida al aire libre,

prolongada en el tiempo por la buena salud

y en el espacio por los senderos de paseo.

Pero qué claro es todo, sin nubes ni ilusiones,

cómo sube, sin velos ni algodón atenuante,

la algarabía compuesta, voces y bocinas,

cacofonía y megafonía en armonía

irreductible por la discordia o la distancia.

Todo es nítido en la plural confusión: la línea

fina y recta, férrea, de cada bicicleta,

los puntos luminosos de los cascos rellenos,

la voz de cada mudo en el coro universal

y cada frase ostentosamente articulada

por las mandíbulas implacables del vocero

de los pastores del rebaño, con su sentido

indudable remachado sobre la evidencia.

Desde esta posición, ganada cuando la altura

reducía al enemigo y acercaba al cielo,

todos los figurantes caben dentro del marco.

Si se quedaran quietos, podría establecerse

fácilmente su número, aunque crece a medida

que la hora de la cita es también más exacta  

y con la masa aumenta de volumen el ruido.

Cuando la aguja alcanza su pico, lanza el pico

del locutor la bienvenida a los residentes.

Valga como entrada, aunque él querría una salida,

al paseo de un dominguero fuera de sitio

y en un mal día después de un preludio sombrío.

4. Anoche, justo antes de las bicicletas

En este lugar que antes no he visto,

todo sucede como lo he previsto.

Así no me entretienen los bluseros

con todos sus clichés festivaleros,

ni el duro casco con toda su historia.

Regreso al interior de mi memoria.

5. Perspectiva vertical del horizonte

Más allá de los muros de la ciudad antigua,

la ciudad nueva, con sus comercios y viandantes,

y más allá el campo, con su indiferencia ambigua.

Desde lo alto de la muralla, los de antes,

espiando más allá de la población exigua,

vigilarían la marcha de los caminantes.

Más acá, donde crece aún la ciudad contigua

de la que suben tantos ciudadanos rodantes,

la llanura es chatura que lo alto atestigua.

Llamados respondidos en masa unánime: al fondo, el arco de triunfo (efímero)

6. La fiesta de la bicicleta en Cáceres

Oh, deporte, espíritu gregario, absolución,

como en otro siglo en la iglesia ahora vacía,

de la soledad por la santa comunidad,

salvada hoy no por la espera de un vago reino,

sino por la partida con vuelta organizada.

Celebra tus fastos, poder de lanzar llamados

respondidos en masa unánime y sobre ruedas,

ante estos sordomudos convidados de piedra

que puedes ignorar, contando con su respaldo.

Estas torres, escaleras, casas y murallas

ya no contienen a los pobladores nativos

que, indiferentes a los restos que los rodean

e identifican, buscan otro entretenimiento

y lo encuentran en la exploración de las afueras

de su ciudad, conocidas pero sin lecciones.

Desde la muda distancia que dan las almenas

al forastero ocioso que entre ellas se asoma,

la vasta celebración se ve proporcionada,

pero se oye desde una distancia aún mayor.

7. Arco de triunfo

Pasacalles inflable de Electrocash, el paso

obligado de todos los ciclistas de paso

del vórtice llano donde quién no marca el paso

a las vastas afueras que venden libre paso.

Continuará