
Para Carla a la intemperie
Oración bajo protesta
Debería haber un hombre que tropieza
allí donde la columna no se mueve.
El fantasma de ese hombre que tropieza
se aparece a la columna que se mueve.
Si ese hombre se pusiera a la cabeza,
la columna tendría una cuando llueve.
Yo marché con la columna desviada
entre templos reducidos a pedazos.
Él marchó con mi columna desviada
bajo cielos convertidos en retazos.
Todos juntos, con la frente bien alzada,
anotamos en la tierra nuestros pasos.
En lugar de los ejércitos que marchan,
debería haber esclavos dormitando.
En lugar de los esclavos que se marchan,
debería haber más músicos cantando.
Debería haber un sol sobre la escarcha
cuando los santos al fin lleguen marchando.
Y en lugar de los templos que desfilan
aplastando la voz de los que cantan,
en lugar de los sueños que destilan,
debería haber las nubes que levantan.
Las columnas de los templos no vacilan
porque todos los creyentes las aguantan.
Yo soy uno de los hijos de los hijos
de los hombres que rompieron con los templos.
Él es otro de los viejos clavos fijos
en la cruz de los que dieron los ejemplos.
Nosotros somos hombres desprolijos,
pero hacemos de las ruinas nuestro templo.
Los esclavos en las márgenes del río
navegaron una vez aguas arriba.
Los esclavos encontraron un desvío,
aunque el agua, al crecer, todo derriba.
Hubo un dios que marchó sobre este río
y dejó una y otra costa a la deriva.
Yo marché desde abajo hacia el oeste
cuando el sol iniciaba su caída.
Él siguió mi columna hacia el oeste
cuando todos elegimos esta vida.
Mientras íbamos huyendo de la peste,
a nuestra espalda el mismo sol nacía.
Debería haber un hombro a la cabeza
de este torso que formamos entre todos.
Ese hombro sería a cada pieza
el modelo por el que enlazar los codos.
Sostener hombro con hombro esa cabeza
es la causa detrás de nuestros modos.
Enero 2017