
1. Ahora debo quedarme solo y renunciar a nuestra conversación sincera y a nuestra expresión libre. Pues hasta ahora no conozco a nadie con quien hubiera podido conversar de manera tan exenta de temor. Sin embargo, ¿acaso se me ha vuelto más difícil [debido a tu partida] conversar conmigo mismo? ¿Acaso sería posible quitarme también mis pensamientos y obligarme además a pensar y admirar otra cosa que lo que quiero? … Puesto que nadie puede arrebatarnos esa posibilidad [de pensar, cuando no de decir todo cuanto se quiere], nosotros deberemos entonces hacernos compañía a nosotros mismos de cualquier manera.
2. En lo que a mí respecta, por lo que se refiere a los dioses…, prefiero recluirme en un piadoso silencio.
3. Ya que cuando un orador, por temor al odio de sus oyentes, tiene miedo a expresar abiertamente su materia, se propone disimular bajo un velo cualquiera sus enseñanzas y exhortaciones. Es lo que, a todas luces, hacía también Hesíodo.
4. Cuando convertimos las cosas divinas en el tema de una obra literaria, debemos velar porque las palabras no carezcan de la dignidad necesaria y la expresión, en la medida de lo posible, sea moderada, correcta y apropiada a los dioses; y en ellas no debe introducirse nada injurioso, blasfematorio o herético, para que no incitemos a la gran masa a tal impertinencia.

5. Aunque a algunos esta historia les parezca increíble, y totalmente desplazada a un filósofo o teólogo, quise sin embargo narrarla aquí, pues fue relatada de manera concordante por muchos historiadores, y porque además fue eternizada por estatuas de bronce en la ciudad todopoderosa y piadosa de Roma. No obstante, no se me escapa que algunos de los supersabios declararán que esa historia es un insoportable desatino de viejas. Sin embargo, mi opinión es que cuando se trata de historias de este tipo, hay que fiarse del testimonio de las Ciudades más que de la crítica de esos finos espíritus, cuya almita, cierto es, posee una vista penetrante, pero en parte alguna ve algo que sería sano.
6. Por lo que a mí respecta, que el poderoso Helios [la Razón] me conceda asimismo llegar al conocimiento de su naturaleza e instruir al respecto a todo el mundo, pero muy en particular a quienes merecen aprenderlo.
7. Pues precisamente no debe decírselo todo; e incluso de aquello que se puede decir, en mi opinión deben ocultarse algunas cosas a la gran masa.
8. Los ancestros siempre buscaron las causas de las cosas; …y cuando las habían encontrado disimulaban el resultado, por protección, en mitos extraños, para que descubramos [nosotros mismos] la fabulación a causa de la extrañeza y el carácter contradictorio [de lo que se nos dice] y de esta manera nos veamos incitados a la búsqueda de la verdad. Pues ellos debieron creer que el vulgo se contenta con una estimulación [religiosa] no comprendida y transmitida únicamente mediante símbolos, mientras que, para aquellos que están dotados de una inteligencia excepcional, la verdad sobre los dioses sólo puede ser estimulante a condición de que la busquen, la encuentren y la comprendan bajo la dirección de los dioses [es decir: de la Razón, hasta de la Filosofía], puesto que les fue recordado por las alusiones enigmáticas que en estos casos se debe buscar algo, y de que progresen en el camino de la reflexión, [yendo] de un hallazgo al otro, hasta el objetivo y por así decirlo hasta la cima de toda la cuestión, sin confiar, al hacerlo, por estar llenos de veneración creyente [en la Razón o en la Filosofía], más en la opinión de otro que en la actividad de su propia razón.
9. Sin embargo, aquellos que querían dilucidar el carácter divino de Dioniso [que aquí es al mismo tiempo el dios pagano y Jesucristo] envolvieron el verdadero estado de cosas en la vestimenta de un mito, al hablar en expresiones enigmáticas de la “sustancia” del dios, de su cohabitación con el padre, que estaba “embarazado” de él, en el “mundo inteligible”, y de su “engendramiento” en el mundo [sensible] que no era un engendramiento, …y de todo el resto que era digno de investigación. Sólo que, a decir verdad, me cuesta expresarme sobre todo esto: tal vez por que yo mismo no tengo totalmente en claro eso; pero quizás también porque no tengo ganas de desnudar al dios oculto y revelado a la vez, como en el teatro ante orejas y almas no experimentadas, que se entregan a todo antes que a la filosofía.
10. ¿Realmente tenemos el derecho de expresarnos así sobre estas cosas, y de escribir también sobre lo que es inefable, y de llevar afuera cosas que no deberían serlo, y de divulgar en la conversación secretos que no deberían ser divulgados?
11. Descubrir el punto del que partió la invención de los mitos, así como la persona de quien por primera vez intentó narrar historias falsas en una forma creíble, para beneficio o diversión de sus oyentes, probablemente sea tan imposible como si se quisiera buscar al que debió estornudar o expectorar por vez primera.

12. Por lo que respecta, sin embargo, a las cosas que cada uno de nosotros [filósofos] puede decir y oír impunemente, [está el hecho de que] todo discurso expresado está constituido por una EXPRESIÓN y un SENTIDO. Pero, como el Mito es también una suerte de discurso, probablemente esté compuesto también por esos dos elementos. Vamos a considerar cada uno de ellos por separado. En cada discurso está implícito un SENTIDO simple; pero este sentido también puede ser presentado en una forma artística… El sentido simple es único… Pero lo que está artísticamente formado contiene en sí mismo muchas variantes, que no te serán completamente desconocidas si te has aplicado en la retórica… Sin embargo, por lo menos en este momento, no debo hablar ni de la mayoría ni de la totalidad de esas formas sino tan sólo de dos de ellas, o sea, de lo que es digno en cuanto al sentido y de aquello cuyo sentido es contradictorio. Por lo demás, la misma cosa vale también para la EXPRESIÓN… Sin embargo, por lo que respecta a esos dos elementos [a saber, el SENTIDO y la EXPRESIÓN], debemos procurar, cuando escogemos cosas divinas como tema de una poesía, que las PALABRAS [es decir, la EXPRESIÓN] no carezcan de la dignidad necesaria… Por eso, nada contradictorio debe encontrarse en EXPRESIONES de este tipo… No obstante, debe admitirse la índole contradictoria del SENTIDO allí donde la contradicción persigue un sentido útil; pues en tal caso la gente por cierto no es remitida a un recuerdo [que le vendría] del exterior [y que se refiere así a una “realidad”], sino que es instruida únicamente por el contenido [discursivo] del mito.
13. Archíloques [que utilizó mitos, luego de Hesíodo, para disimular sus pensamientos] fue además perfectamente consciente del hecho de que la poesía se convierte en un simple arreglo de rimas si se le quita todo cuanto es mítico; pues si se la priva de este modo, por así decirlo, de su índole específica, no queda entonces en ella nada de poético. Por esta razón él recogía, en el jardín de la Musa poética, esas dulces espigas, y las añadía a sus creaciones, precisamente para que lo tomaran, no por una suerte de polígrafo, sino por un verdadero poeta.
14. Se cuenta que Alejandro deseaba un Homero. No para beneficiarse con su compañía, sino para la propagación de su gloria… Sólo que ese hombre [Alejandro] jamás tuvo una mirada por el presente: nunca estaba satisfecho con lo que se le había concedido en su tiempo y no se contentaba con los bienes que se le habían dado. Aunque le hubiera tocado un Homero, por cierto habría tenido la nostalgia de la lira de Apolo, con la cual éste cantó las bodas de Peleas. Porque Alejandro tomaba esas historias no como simples creaciones del espíritu poético de Homero, sino como algo real, que Homero había introducido en la trama de su poema.
15. Aquél que inventa sus historias poéticas con el objeto de mejorar las costumbres y utiliza mitos [teológicos] para ello debe dirigirse no a hombres adultos sino únicamente a aquellos que aún son niños, ya sea por lo que respecta a la edad o por lo que se refiere a la inteligencia, y que en general todavía tienen necesidad de tales historias… Teniendo en cuenta que no se deben contar mitos más que a los niños, que todavía se encuentran en esa etapa en virtud de su edad o de su inteligencia, debe tenerse sumo cuidado [cuando se cuentan mitos teológicos, para que se crea en ellos] de no cometer faltas ni para con los dioses ni para con los hombres.
Citas tomadas de El emperador Juliano y su arte de escribir, de Alexandre Kojève