Retrato y autorretrato

Instantánea

Una foto con mi hermana a los cinco, seis o siete años, yo leyendo un libro cuya cubierta no se ve y ella leyendo por sobre mi hombro, los dos en el mismo sillón a una edad a la que todavía cabíamos juntos. Tiempo abolido de golpe, porque somos los mismos que ahora y ya estamos por entero en la expresión de cada uno, idéntica hoy, en el momento de la foto. Como es mi hermana quien ha redescubierto esta foto y ha vuelto a ponerla en circulación, también es ella quien ha vuelto a tomarla y sacarla a la luz, lo que acompaña con una pregunta, precisamente sobre aquello que en la foto está en sombra: la cubierta del libro, que permitiría identificarlo y responder a su pregunta. ¿Qué libro es ése que leíamos, idealmente al menos, juntos entonces? Como no hemos fundado nuestras vidas del todo en las mismas cosas somos independientes, lo que hace que esta raíz común se nos escape: cada uno ha construido sobre un territorio distinto y las correspondencias entre lo que cada uno ha levantado en el suyo y lo que ha hecho el otro son opcionales, voluntarias, no irremediables y por eso una y otra vez cuestionables. No sé mi hermana, pero esta cara mía es una que nunca veo en el espejo y siempre vuelvo a encontrar en fotografías: es el “yo” que llevo a la espalda, abstraído y atento a la vez, pero a otra cosa, mientras parece haberse olvidado del cuerpo en el que sin embargo vive. A los demás los vemos en directo, pero no a nosotros mismos; si en cada foto de grupo o película nos fijamos más que en nadie en el extraño que somos y en ninguna otra parte vemos sin que nos mire, no se debe tanto al narcisismo como a la impotencia para ser otra cosa que ése en el que no nos reconocemos del todo.

Geopatía

El mundo frustra y rechaza nuestros excesos como estrategia para conservar su equilibrio. Pues lo que quiere nuestra desmesura, contra toda apariencia, es que deje de girar y por fin vaya a alguna parte.

Sísifo

El problema del progresismo es que intenta hacer justicia integrando a los desfavorecidos en un orden injusto. Con ese horizonte no queda nadie para hacer de víctima y el edificio no puede sostenerse sin su base. Por eso, cuando amenaza con derrumbarse, vuelve el antiguo régimen a rellenar los cimientos con nuevos seres privados de derechos a los que niega la ciudadanía a la vez que permite entrar para roer el suelo de los que, habiendo escapado hacia arriba, son necesarios abajo.

Guantes y máscaras

El papel del hombre en el patriarcado era el de autor; en el matriarcado, el de director; en el feminismo, el de tramoyista. Como actor, su lugar se encuentra en bambalinas.

Clave secreta

Lo público es la forma de delirios inconfesados

por su recóndito compromiso con fondos privados.

Silogismo

“Los sentimientos son la forma de razonamiento más incompleta que se pueda imaginar.” (Lautréamont)

“Todo buen razonamiento ofende.” (Stendhal)

Ergo, todo sentimiento llevado a sus últimas consecuencias acaba por volverse contra el ofensor como vergüenza.

La ecuación insoluble

La humildad ayuda a vivir, pero es una tristeza.

El orgullo es una alegría, pero prefiere la muerte a la humildad.

No hay síntesis para esta antítesis, ni solución de continuidad para semejante contradicción.

Entre ambos términos sólo cabe abandonar la voluntad, oscilar según sople el viento y dejar, como un sobrentendido, la conclusión en suspenso.

Pero el suspenso no es una conclusión.

Derrame

Titular de reportaje a la conservadora del Museo Picasso de Barcelona: “Picasso padecía de incontinencia creadora”. Vaya frase envenenada, a pesar de haber sido dicha con toda evidencia como elogio a su fertilidad. Pero qué retorcido, y además espontáneamente, inconscientemente. De nuevo, desde siempre, la vieja historia de Gea y Urano. Cuando crear es, precisamente, no contenerse, ponerse fuera de sí. Lo que se enmarca es el objeto, pero el líquido seminal derramado, incalculable, sigue fluyendo en el infinito. Señal para sus émulos, no para sus conservadores, propietarios o coleccionistas.

2011-2014

Contrariando a los clásicos

El método Lautréamont

El procedimiento lo aplica Lautréamont en sus Poesías y es copiado por Guy Debord y los situacionistas en sus detournements o derivas. Consiste en tomar cualquier frase de algún clásico, es decir, de alguien cuyo nombre pueda remitir a alguna especie de autoridad literaria, e invertirla parte por parte.

Por ejemplo:

Al escribir lo que pienso, mi pensamiento a veces se me escapa; pero esto me hace recordar mi debilidad, que olvido a todas horas; lo que me instruye tanto como mi pensamiento olvida, ya que no tengo por conocer sino mi nada. (Pascal)

Que Lautréamont transforma en:

Cuando escribo lo que pienso, no se me escapa. Esta acción me hace recordar mi fuerza, que olvido a todas horas. Me instruyo en proporción a mi pensamiento encadenado. No tengo por conocer sino la contradicción de mi espíritu con la nada.

O:

El amor a la justicia no es, en la mayoría de los hombres, sino el temor de sufrir la injusticia. (La Rochefoucauld)

Que Lautréamont reescribe así:

El amor a la justicia no es, en la mayoría de los hombres, sino el coraje de sufrir la injusticia.

Esta vez le ha bastado con sustituir una palabra por la contraria para alterar de raíz tanto el tono como las perspectivas. Pero ha sido el texto clásico el que ha situado el tema. Una demostración de que intertextualidad no es un concepto ocioso, además de que ha sido aplicado en la práctica literaria desde mucho antes de su formulación. Madame de Sevigné, en una carta del 14 de julio de 1680 (en su tiempo, esta fecha era un día cualquiera en su país), hace notar a su amiga Madame de Grignan cómo bastaba con invertir cierta máxima de La Rochefoucauld para volverla mucho más verdadera. En su introducción a las Máximas de Chamfort, Albert Camus vuelve a descubrir esta reversibilidad propia del género. Lautréamont, al sistematizar el hallazgo, extiende el poder de su aplicación mucho más allá de los límites de una sola frase u observación. El plagio es necesario, escribe, el progreso lo implica. Persigue de cerca la frase de un autor, se sirve de sus expresiones, borra una idea falsa y la reemplaza por la idea justa. Un siglo después de que Nora Helmer se fuera de su Casa de muñecas dando un portazo y un montón de razones, poco convencido de estas últimas, Fassbinder, en su adaptación televisiva de la pieza, la hace negociar y quedarse aunque en otra posición, corrigiendo a Ibsen a la luz del desarrollo histórico del feminismo. También lo que se sabe a posteriori puede causar una reinterpretación en la lectura de un texto y una corrección en su reescritura, lo que es coherente con la idea de progreso a la que se refiere Lautréamont.

Nora se queda en casa

Aunque es muy probable que este procedimiento sea tan antiguo como la literatura y hasta el método habitual en los lejanos tiempos en que los poetas se basaban todos en los mismos mitos, los cuales interpretaba cada uno a su modo. Se puede leer sin duda la Electra de Sófocles como una réplica a la de Eurípides, más joven que él pero cuya versión de la historia de la hija de Agamenón fue escrita antes que la suya. Frente al mismo planteo y las mismas situaciones, distintos desarrollos y soluciones diferentes. Parece razonable, a pesar de que veinticinco siglos más tarde dos autores que narrasen la misma historia no sólo habrían de temer mutuas acusaciones de plagio, sino que también verían cuan pronto se traslada su elevada polémica ética o estética al liso y llano terreno de la competencia comercial. Cuando Milos Forman y Stephen Frears filmaron a la vez sus respectivas versiones de Las relaciones peligrosas, el público prefirió la del segundo, que además se quedó con el título original. Valmont tal vez era mejor, pero debió resignarse a continuar la misteriosa carrera del derrotado. A solas por su carril, eso sí, sin haber chocado nunca con su rival ni conocido el debate político que suponían estas prácticas en Atenas. 

He aquí una provocación moral muy a tono con la tradición transgresora reivindicada por la trasnochada escuela de la imagen:

El amor no es nada si no es la locura, una cosa insensata, prohibida, y una aventura en el mal. (Thomas Mann, La montaña mágica)

La corrección, que además de ortográfica, gramatical o estilística puede ser también ética, se deja hacer palabra por palabra:

El amor lo es todo si es la razón, la única cosa sensata, lícita: una costumbre en el bien.

El espíritu de este tipo de intervención contradice, incluso, la tan repetida idea de la inutilidad de la literatura, ya que muestra no sólo su utilidad sino también su uso. Y el sentido de la crítica, así como el de la lectura. Heiner Müller escribió que “emplear a Brecht sin criticarlo es traición”. El método Lautréamont es un excelente modelo crítico que garantiza tanto la lealtad como la libertad de la interpretación.

2012

Vanguardias en fuga, La decadencia del arte popular (2002-2018)