Apuntes del natural en la muralla de Cáceres (8 – 14)

La fiesta después de la fiesta

8. Escenario para una película de provincias

¡Aliméntate del bien que te permite no ser libre!

Pier Paolo Pasolini, Libro libre

Desde este mirador de la Edad Media,

plano picado: la Plaza Mayor,

disipada ya hoy la noche negra

que familias y músicos reunió,

a pleno sol, encuadrada entre almenas,

evacuadas tristeza y tentación,

desbordante de salud y de fiesta,

y vista desde arriba con rencor.

Perspectiva del juez que, sin ser parte,

ya reprueba o reconoce sin fe

las palabras que escuchó gritar antes

y no está descubriendo en el cartel.

Como un cuadro de Brueghel a medida

de otro clima, sin nieve y sin humor,

colmado de calor y de alegría,

el plano general, la afirmación

reconfirmada de lo consagrado

reconsagrándose en el gran afluir

de piernas al encuentro del amparo

feroz de la estridencia sin matiz.

Día. Ciudad vieja. Todos en cuadro.

Multitud programada y cumplidora.

Su auténtico lugar fuera de campo,

como la alcoba el día de la boda.

La Plaza Mayor mirada de arriba

con angustia y desdén, a reventar

de cuerpos manifestando la vida,

en contraste con el foco mental.

Ya no se sale de misa el domingo,

sino de excursión, detrás del pastor

que vuelve a la naturaleza. Extinto

se alza el cielo sobre el torreón.

La anciana de rodillas en la iglesia

tal vez no se levante. El sol arrecia.

¡Oh, recompensa, después de la carrera dada, / refrescarse tranquilos en la calma heredada!

9. La ciudad abandonada

Es difícil remediar nuestra tristeza porque somos sus cómplices.

Es difícil remediar la de los otros porque somos sus cautivos.

Jean Baudrillard, Cool memories

Trasposición: imaginemos la propietaria

de una librería atendida por ella misma,

abierta con ilusión hace no tanto tiempo,

pero menos visitada de lo necesario

para mantenerse en el centro de la ciudad,

desplazado del histórico, como le pasa

a lo que es provinciano con lo que es capital.

Supongamos, detrás de la cámara elevada

al mirador, parapetada entre las almenas,

su mirada ahora, inclinada sobre el vacío

para mostrar en plenitud la Plaza Mayor

colmada, brillante de plásticos y metales

resonando al entrecruzarse, radios y cascos,

desde la perspectiva que los empalidece.

Matiz: del rencor de quien acusa con el plano

marcado a la pena de los ojos descontentos,

desleídos contra el cielo vacío y radiante

alzado, en el contraplano, sobre su cabeza.

Desencanto a causa de la especie de desaire

que interpreta al contemplar la marcha jubilosa

de la población cabalmente representada

a la Arcadia ilusoria donde quiere volver.

La multitud reunida abandona la ciudad,

el teatro de la palabra y la arquitectura,

rodando simple bajo el arco de Electrocash

hacia el río seco que rodea la muralla.

Por la tarde, mientras lea, oirá a lo lejos, bajo

la colcha de música clásica que la abriga,

el regreso forzoso de los excursionistas

a las mesas urbanas y la ancestral cerveza.

Arriba a la izquierda, un cuarto propio entre almenas

10. Con un ojo en la ventana y otro en la pantalla

Ciudad de provincias con un pasado.

Casco histórico y cañonazos contemporáneos.

La franja de Gaza arde en la Primera

y en la Segunda Bruce Willis salva el Año Nuevo.     

Muros organizados en moles resistentes,

rodeados de calles olvidables.

Huellas de bicicletas en el polvo

que se levanta para caer desdibujado.

11. Exterior apto para refugio

Nadie más en este mirador que cobra entrada

en lo alto de la muralla. Mientras no suba

ningún contemporáneo a visitar el ayer,

aquí tengo un cuarto propio como la librera

no sueña, donde el sol sólo me muestra mi sombra

y los alrededores cegados por su luz.

12. De muro en muro con el sol a la espalda

¿Canto yo la resurrección, como el organista

del desierto templo de San Juan y las cigarras

del poema de Cardenal? No canto la muerte,

porque no se puede. Busco el silencio

como la sombra y mi sombra me encuentra,

reflejo mudo de mi silueta, recortada

de este paisaje tan cerrado como su historia,

expuesta en la conservación del muro

contra el que quiebro mi verbo. ¿Cómo revivir

desenterrado de este llano? ¿Qué primavera

yace bajo este manto de clausura?

El descenso a la antigüedad

13. Al contemplar las ruinas romanas bajo tierra

Inspiración y miseria,

como un fuego en la noche siberiana.

Pide algún deseo al fugaz diamante del pobre.

O mejor frota tus piedras

y hazte pronto una lámpara. Así es

la riqueza miserable de la gran serpiente

cuando, al cabo del despliegue

de sus espléndidos anillos ante el peligro,

acaba devorándose a sí misma

y continúa arrastrándose

malherida, taciturno espiral que agoniza.

Humo que se retuerce. Montoncito

de cenizas en ofrenda

al viento que reanima la brasa.

¿Por dónde cortar el ser que sin pies ni cabeza

se engendra y consume en su propio giro?

Patrimonio de la humanidad son estas ruinas,

los talentos de mi bolsa,

desguarnecidos, son para mi pan.

14. Leitmotiv

Vuelvo en mí y olvido el destino pasajero

o el desencuentro al que debo este reencuentro

con la sombra que me precede, señalada por el sol

como Trimalción por el dedo de Apolo.

Nada que adivinar en este reconocimiento.

Podría dejar estas armas, estas joyas,

el arsenal entero de mis herramientas

abandonado y abierto en la plaza mayor

y nadie acertaría a ponerle un dedo encima.

Nadie tocaría este instrumento marcado

si la miseria, de carácter general, no lo apretara.

Continuará

Apuntes del natural en la muralla de Cáceres (1 – 7)

«…y envuelto en la luz lavada de imágenes…»

Domingo de errancia

1. Al pie de la muralla

Amplitud de la historia, trascendencia:

lo que se quiere es la actualización

de ese espíritu latente y dormido.

La iglesia de San Juan, vacía pero

visitada por el sol dominguero,

deja oír un espíritu sin cuerpo

que sólo por sí mismo y en sí mismo,

para sí mismo canta, vago espectro

de la piedra al margen del río, peso

que la corriente no se lleva, al fondo

de la móvil transparencia ligera.

Espacio aparte abierto y conservado

para un turista lejos del altar

y una señora a mitad de camino

entre la fe y la curiosidad. Sigo,

ya dentro, con la mirada, los arcos

que llevan a la cúpula del firme

interior levantado bloque a bloque

y envuelto en la luz lavada de imágenes

agrego mis pasos al recorrido,

avanzando por la nave mayor

despacio hasta descubrir al artífice

de la voz de la fe con su teclado.

Funcionario civil, con su presencia

ni divina ni angélica me prueba

que no era una grabación el eco

fiel del verbo en el templo sin creyentes,

sino un acto, en mi tiempo ejecutado.

¿“Cantaron”, el señor y su instrumento,

“la resurrección”, como las cigarras

del poema de Cardenal, poeta

llamado a ser pájaro y sacerdote,

para las hembras sordomudas? Cuando,

profanamente instalado en cualquiera

de las largas bancas alineadas,

termino de tomar mis notas, veo

una señora que acaba de entrar

y arrodillarse en la punta. Hay que ser

muy mayor, y parece que mujer,

para rezar. O el hombre, cuando reza,

prefiere no ser visto y sólo oído.

2. Tema

La ciudad vieja y a su alrededor

la ciudad nueva, como en derredor

de un aljibe, con su fondo infinito,

la sed, sin escondite, da su grito.

Un punto de vista elevado

3. Caspar David Friedrich

Desde la perspectiva de algún observador

cultivado situado a mis espaldas, encima

de esta pequeña plaza desde la que me asomo,

éste podría ser un cuadro clásico: solo,

el observador inclinado sobre el conjunto

como yo, apoyado entre estas almenas, contemplo

la alegre concentración en la Plaza Mayor

de lazos de sangre y cercanía, vecindades

y generaciones, orientaciones y gremios,

en nombre del deporte y la vida al aire libre,

prolongada en el tiempo por la buena salud

y en el espacio por los senderos de paseo.

Pero qué claro es todo, sin nubes ni ilusiones,

cómo sube, sin velos ni algodón atenuante,

la algarabía compuesta, voces y bocinas,

cacofonía y megafonía en armonía

irreductible por la discordia o la distancia.

Todo es nítido en la plural confusión: la línea

fina y recta, férrea, de cada bicicleta,

los puntos luminosos de los cascos rellenos,

la voz de cada mudo en el coro universal

y cada frase ostentosamente articulada

por las mandíbulas implacables del vocero

de los pastores del rebaño, con su sentido

indudable remachado sobre la evidencia.

Desde esta posición, ganada cuando la altura

reducía al enemigo y acercaba al cielo,

todos los figurantes caben dentro del marco.

Si se quedaran quietos, podría establecerse

fácilmente su número, aunque crece a medida

que la hora de la cita es también más exacta  

y con la masa aumenta de volumen el ruido.

Cuando la aguja alcanza su pico, lanza el pico

del locutor la bienvenida a los residentes.

Valga como entrada, aunque él querría una salida,

al paseo de un dominguero fuera de sitio

y en un mal día después de un preludio sombrío.

4. Anoche, justo antes de las bicicletas

En este lugar que antes no he visto,

todo sucede como lo he previsto.

Así no me entretienen los bluseros

con todos sus clichés festivaleros,

ni el duro casco con toda su historia.

Regreso al interior de mi memoria.

5. Perspectiva vertical del horizonte

Más allá de los muros de la ciudad antigua,

la ciudad nueva, con sus comercios y viandantes,

y más allá el campo, con su indiferencia ambigua.

Desde lo alto de la muralla, los de antes,

espiando más allá de la población exigua,

vigilarían la marcha de los caminantes.

Más acá, donde crece aún la ciudad contigua

de la que suben tantos ciudadanos rodantes,

la llanura es chatura que lo alto atestigua.

Llamados respondidos en masa unánime: al fondo, el arco de triunfo (efímero)

6. La fiesta de la bicicleta en Cáceres

Oh, deporte, espíritu gregario, absolución,

como en otro siglo en la iglesia ahora vacía,

de la soledad por la santa comunidad,

salvada hoy no por la espera de un vago reino,

sino por la partida con vuelta organizada.

Celebra tus fastos, poder de lanzar llamados

respondidos en masa unánime y sobre ruedas,

ante estos sordomudos convidados de piedra

que puedes ignorar, contando con su respaldo.

Estas torres, escaleras, casas y murallas

ya no contienen a los pobladores nativos

que, indiferentes a los restos que los rodean

e identifican, buscan otro entretenimiento

y lo encuentran en la exploración de las afueras

de su ciudad, conocidas pero sin lecciones.

Desde la muda distancia que dan las almenas

al forastero ocioso que entre ellas se asoma,

la vasta celebración se ve proporcionada,

pero se oye desde una distancia aún mayor.

7. Arco de triunfo

Pasacalles inflable de Electrocash, el paso

obligado de todos los ciclistas de paso

del vórtice llano donde quién no marca el paso

a las vastas afueras que venden libre paso.

Continuará