Los desiertos obreros 4

El «Esqueleto» de Ciempozuelos (Madrid), demolido el 19 de octubre de 2023

Para Carla a la intemperie

Deconstrucciones

De una obra abandonada al sur del mundo

es posible extraer sobre todo sospechas. 

Aunque puede que valgan más los materiales,

en vías de extinción en todo el mundo

y de desaparición, por eso, en las viviendas deshechas.

El esqueleto de un sueño vendido se alza contra el telón

de fondo de la última escena, donde al incendio

final de cada tarde sobrevive, todo hueso

ya negro entre pliegue y pliegue de la carne a medio hacer,

montada escenografía para la estéril jornada a la espera,

la perfecta encarnación de lo abstracto abortado,

con sus muñones expuestos como una confesión

interrumpida, en suspenso entre la duda

y el arrepentimiento, dos maneras igual de lamentables

de errar sin por lo menos haberse guardado la orden de destino. 

El espectro de la cuadrilla alineada sobre la viga

en las alturas convertida en comedor

pende sobre nosotros, que sin siquiera un trabajo que perder

pasamos bajo las cortadas escaleras canturreando

cada uno un pedacito de melodía

a falta de otro alimento más sólido. Cerca de la estación

del suburbio del que nos separa todavía una larga caminata,

se yergue otro semiedificio y más allá otro más, igual de torcido

en su desvío de la voluntad de beneficio

que el que le sigue y aquel que lo anunció, dispersas estacas

de tiendas vagas y desgarradas como nubes

atravesadas en el cielo de poniente, nunca amarradas

a tierra alguna. Pesan los zapatos, liquidados por el rastro

de sus auscultaciones, pero así caen los pasos

uno tras otro, arrastrados por los talones precedentes,

hacia el abismo desplegado en horizontal, que borra el suelo. 

Crisis del ladrillo, de la fe en las alturas, de la idea

tomada como piedra o fundamento, del árbol

concebido para dar cuerpo al entendimiento en sazón.

Últimos puestos antes de las afueras desaforadas, mangrullos

de guardia ausente, de tablas y andamios bailando

donde nosotros pisábamos firme, muñidos de herramientas

y nociones tangibles. Embarcados. Ya desde aquí lejos

reconocemos el llamado de la sirena y, en el eco perdido,

la medida del hueco abierto por la mano sin huellas.

Nada saludamos en esos vanos interlocutores

que aquí y allá, desparramados ante el horizonte

a pesar de su verticalidad, atravesados

por el hielo limpio del paisaje que se les escapa,

abren las bocas desdentadas de sus ventanas sin terminar,

de sus puertas obstruidas sin revoque. Cuando pasamos

por delante o por enfrente de sus fachadas ciegas, 

siguen siendo desconocidos, imbautizados, engendros.

Diciembre 2016