Mi segundo nombre

Pierre Clementi en Partner (Bernardo Bertolucci, 1968)

“José se llama Ricardo”,

me encontré haciéndome oír,

cuando empezaba a hacer frases

como hacían los mayores.

Remedaba el pensamiento

con mis trenzas de palabras

y al tropezar descubrí

el asombro filológico.

Yo era uno y era dos,

el primero y el segundo,

que además eran el mismo

y cambiaban de lugar,

de predicado a sujeto

y de estrella a acompañante,

aunque era difícil ver

quién era quién o qué eran.

Como verse en el espejo

y ser otro además de uno.

Ser uno y otro a la vez,

el del espejo y yo mismo.

Pero distintos y juntos,

sin el cristal de por medio.

Yo es Otro y juntos van

nosotros y ellos o vamos.

Pierre Clementi en Partner (Bernardo Bertolucci, 1968)

El acento redoblado

por la rota simetría

y la inversión de los nombres,

el que usaba y el que no,

agravaba agudamente

la noción desenterrada.

Sin haber leído a Mao,

analfabeto en la época,

revolucionado supe

que uno se divide en dos.

No se fusionan en uno

dos, sino que, dividiéndose,

uno, yo, se multiplica

por dos: el primogénito

“más fuerte que el soberano”

y el segundón, a su sombra,

anunciando “añadiduras”.

¿Qué significan reunidos?

¿Por qué van juntos? ¿A qué?

¿Por qué, una vez descubierta

su dualidad, en mí viven

su condición de siameses?

Chang y Eng Bunker

En la guerra de Ricardo

sólo contaban los muertos.

Su nombre, su obra y su tiempo,

para inscribir su leyenda.

Del epitafio nacía

el rastro en que se buscaba.

Poco escrito o pronunciado,

José lustraba las lápidas.

De cornudo de Dios padre

a Padre del Hombre, el paso

no se dio, en mi perspectiva,

hasta caer del caballo

quien creía en la victoria

de la piedra sobre el polvo.

Caballero y escudero,

a la par sobre el camino,

intercambiaron sus armas

y el humilde al derrotado

sirvió de espada en la lona

y el derrotado al humilde

sostuvo frente al ingrato.

Partner

Entre estos dos he vivido,

asombrado del espacio.

“La soledad me ha forzado

a hacer de mí un compañero”,

leí y vi que “el cigarrillo

es el tierno compañero

del preso”, que se consume

demorando pedir fuego.

Colillas de igual tabaco,

astillas del mismo palo.

El empeñado en firmar

y el solapado heredero

tienen el mismo destino

con caracteres distintos

escritos sobre mi espalda.

Yo soy los dos, dividido

por la conciencia de serlo:

el bautizado con fuego

y el descubierto más tarde,

reconocido después,

suplente como yo mismo

con mis dos nombres usados,

del vacío el habitante.

31.10–3.11.2022

NOTA: «La soledad me ha forzado a hacer de mí un compañero» y «El cigarrillo es el tierno compañero del preso» son frases de Jean Genet.