
Para Carla a la intemperie
Noroeste
Ayer nomás había industrias todavía,
fábricas, usinas y el humo de colores
copando el cielo sobre el desierto poblado.
O el campo atravesado por el arroyo de las palometas,
allá donde todavía ninguna virgen se mostraba.
Donde aún no había vírgenes.
La pesada tristeza horizontal de las afueras
interminables, aglomerada y laminada capa de plomo,
ensanchada y depositada en oleadas sucesivas
por espontáneas generaciones de forasteros fracasados
en su viaje al centro desde el fondo de la tierra.
Materia cada año más espesa. Pequeñas fábricas,
pequeños talleres, pequeñas y medianas empresas
con sus camiones, chatas, grúas, furgonetas
y los coches de sus directivos abriéndose paso
entre moteles y colectivos, arroyos secos y turbios.
Espíritu de la Juan B. Justo, de la Gral. Paz.
Para qué Gaona habiendo Warnes.
Atravesar ese pantano de ida o de vuelta
consume el día, pero si no va a haber retorno,
¡qué libertad más allá de las chimeneas, de los bloques
de viviendas raleando pasado el nudo de autopistas,
por encima de los techos de los cerrados chalets de piedra,
entre baldíos y piscinas, perros sueltos y atados,
convergiendo hacia el punto de fuga de las nubes!
Caminando toma tiempo; pero así el espejismo
puede aguantar todo el día que tenemos por delante,
mientras los bólidos de la avenida, en paralelo,
nos dejan atrás corriendo como si acabaran de atropellarnos.
Distancia irrecuperable porque es temporal,
período definitivamente entre paréntesis.
La vergüenza de matemáticos e historiadores.
Examen suspendido. Si apareciera ante nosotros
cualquiera de esos murales de detrás de los Urales,
tan futuristas en otro tiempo, con vestigios en Berlín,
¿preferiríamos derribarlo o intentaríamos
reconocernos en esas coloridas sombras suyas?
Doloridas sombras. Levantar esas pantallas
fue nuestro oficio y nuestro papel, ya quemado,
encabezar la marcha hacia la toma del jardín que guardaban.
Marchamos ahora hacia el oeste, hacia el futuro, mirando
el crepúsculo que no retrocede, señalado
por la barrera al pie del vacío andén. Otro fiasco.
Tren perdido. Condenados a la retaguardia,
dejamos a nuestras espaldas las ruinas de una vocación
más alta aún que las percudidas torres acechadas.
Diciembre 2016