
PRÓLOGO: TABLAS
“La escuela es tu segundo hogar. Cuida sus muebles.” Entre otros consejos semejantes que aparecían en el margen inferior de las ediciones mexicanas de las revistas de Disney frecuentadas en mi infancia, éste es el que logró grabarse en mi memoria con la misma pertinacia típica del tratamiento de la madera de los pupitres por parte de los escolares de los años setenta. Me gustaría que los textos que siguen pudieran ser inscriptos así, marcando una superficie rugosa, veteada, capaz de abrirse en canales y hendiduras para alojar, ofreciendo a la impostergable lija de la censura por lo menos la fatalidad de gastarse contra la resistencia de la materia, la tinta vertida por la mano y la lengua en el trabajo más acá de la superficie impalpable de dos únicas dimensiones irreales. Texto, tinta, tacto, taller, trabajo, tiempo: palabras colgadas de la transversal de su inicial común y elementos reunidos, espero, igual que sobre las tablas de Víctor Grippo a la luz de una lámpara oscilante aunque persistente. La constancia de la razón se llama el libro que alguna vez me indicaron como escrito para mí; lo que he escrito yo es intermitente, pero el blanco entre cada texto y el siguiente no es el de una ausencia, sino el de la respiración donde escribe la voz.

EPÍLOGO: LEÑA
Las obras de arte también son incisiones. Las civilizaciones en que surgen se pierden o son “traicionadas”, como se dice, pero esos bruscos trozos de piedra que emergen de la tierra revuelta están enteros, al contrario de las mutiladas piezas de uso común con que se ensambla la vida activa de cualquier sociedad. El comentario puede sobrevivir a su objeto, como el de César a la Guerra de las Galias, y es un placer que la vida otorga pocas veces, si acaso alguna, contemplar el hundimiento de cualquier institución mientras se sale a flote, como la tabla perdida acunada por el mar: así una pieza única atraviesa su época y las que le son ajenas consumiéndose en sí misma y alimentándose de sus propias llamas, en tanto legiones y generaciones de efectivos solidarios se dispersan a su paso.
Los tesoros se acumulan en las urnas, pero el fuego es más noble que el oro.
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