Tres pasos de comedia

La comedia del perdón

Según la dueña de una casa en la que viví unos meses, dicho por ella de pronto una tarde aunque daba la impresión de haberlo pensado mucho tiempo, el amor es un estado mientras que el odio persiste; el afecto, si aceptamos su conclusión al cabo de una larga experiencia de matrimonio y maternidad, como la sangre circula o se coagula según su modo sea positivo o negativo. Este tipo de juicios no se demuestran o, si dan pie a una argumentación, ésta no es más convincente que la mera presencia física de quien los formula: la verdad la aportan su fe y su franqueza más que el grado de acierto, discutible al tratarse de percepciones tan subjetivas, de sus afirmaciones. Pues la verdad tiene muchas caras; de manera que, con el mayor respeto por mi fatalista locataria (“El amor pasa, pero el odio queda”), puedo disentir aunque sea parcialmente de su memorable observación y señalar mi impresión, contraria, de que, en los encuentros afortunados, felices, las afinidades se dan en lo esencial, mientras que son las circunstancias las que determinan las separaciones. Cualquiera puede examinarlo considerando sus rupturas amistosas y amorosas, sobrevenidas habitualmente a causa de cambios que vuelven insostenible por más tiempo, en el tiempo, lo que participando de algo eterno se ha vuelto incompatible con el devenir. Si las consecuencias de las rupturas se imponen a la instantánea armonía es porque habitualmente se vive en la ceguera, fuera de la revelación de la que se es sucesivamente expulsado. ¿Es entonces comedia el perdón? ¿Sólo es posible hacer las paces al precio de un odio petrificado en el vientre, enquistado, que como una obstinación defienda el territorio ofendido de toda renuncia a una satisfacción? Si es así, es la comedia lo cierto y la imagen que en nuestro interior se rehúsa a que aquella la arrastre debe ser vista, aunque sea en secreto, por cada uno como la caricatura perversa que los espejos deformantes de los parques de atracciones le reservan a la hora de la consulta extraviada. Mejor dejar hundirse esa piedra en su sombra y ser absuelto, pues no pesa menos el rencor que la culpa y la sensación de ligereza al cortar la cadena que los une es casi idéntica desde ambos lados.

La comedia del tiempo

De la tragedia a la farsa según Marx, de los Guermantes a los Verdurin según Proust. Lo que pasa es el tiempo, que es también la fuerza activa padecida por los cuerpos que creen animar un espacio. El tiempo es activo y la acción pasiva, paradoja de la que surge la comedia. Dios es un humorista, como reza el título de la novela imaginaria de Pursewarden, imaginario autor creado por Lawrence Durrell en el Cuarteto de Alejandría. Aunque en esta versión no haría falta Dios ya que en ella los dioses, a lo sumo, darían la medida de la eternidad, tan ajena al proceso como al escenario de que se trata. El tiempo haría su obra, en esta pieza, sobre la naturaleza y sus imitaciones, materia prima a cobrar vida en sus manos a la vez que busca su refugio detrás de pantallas y superficies cubiertas de proyecciones y representaciones. Después de la Divina comedia y la Comedia humana, la Comedia del tiempo. Trilogía, a la griega. O La verdad revelada por el tiempo, tema cristiano, aunque con sátiros al final.

Comedia y retórica

Hay que dejar que el lenguaje hable en uno, como exigía Hölderlin de los poetas, pero hay que parar cuando las palabras siguen solas y han dejado el mundo tan atrás que ya ningún ser viviente puede hacerles eco. Porque entonces el propio cuerpo se vacía y gesticula como poseído sin que la boca sienta ya el sabor de lo que dice. El agua toma la forma del recipiente en el que cae: como cualquier otra obra o escritura, ésta ha ido generando su propia retórica que, primero, ha dado a luz un pensamiento, luego le ha permitido vivir y ahora, de no ponerle pronto un límite, es decir, un punto de llegada aunque sea provisional, no tardará en ponerse él mismo a dar vueltas en redondo entre las figuras que ha esbozado y las sombras que éstas proyectan. Comedia: detrás del uso casual de la primera persona en estos textos, como aquí, reconozco no tanto al comediante como la instancia que hace, a partir de las palabras, la elocución, el tono, un personaje de quien habla, plantado en su actitud, sostenido en su ademán y persuasivo en sus gestos. Malabares para una constelación: la verdad ha de ser dicha si es que debe existir pero, como no habla, requiere unas manos diestras en lanzar al aire las palabras hasta fijar algún argumento capaz de sostenerse, oficio que no es de gente seria. Precisamente la seriedad es lo que afectan los maestros de la falsa retórica, o sea, de la maestría en defender falsedades. La garantía, en cambio, de autenticidad que podrían exhibir los otros, si pudieran, pues no es algo que se pueda exhibir sin desvirtuarlo, es su exposición al ridículo, ya que no cuentan con el respaldo de ningún consenso previo, como no sea el de la memoria de una experiencia común y en consecuencia propiedad de ninguno. Las raíces son esa huella que se hunde en la oscuridad, en lugar de hacerse visible: lo contrario de las banderas. Por eso, cuando surgen, el efecto ha de ser cómico, parcialmente al menos, y en parte también grotesco por el fatal contraste entre lo ejemplar de lo proclamado y lo discreto de la moderación con que el hacer cotidiano procura eludir el juicio. Lo que es de veras no es serio, no se puede mostrar de frente ni decir literalmente, requiere unos juegos de espejos en extremo complicados que en pocos sitios encuentran tanto espacio para desplegarse como en la comedia o la retórica, justamente, sobre todo cuando lo que está en juego es la imagen de quien se expone, sorprendido en su debate o debatirse por asumir el ridículo de la conciencia de sí. Quien dice “yo” no puede evitar hacer un uso de esa misma persona, la primera, marioneta surgida de la oscuridad para dejar, agresiva, y quedar, vulnerable, al desnudo, ridícula o patética tan sólo si se la mira con los malos ojos del rencor. ¿De dónde vendría ese rechazo si no del reconocimiento en el preciso instante de su negación? En el circuito de todo intercambio entre emisor y receptor, el claroscuro es esencial: bajo el velo provisto por la sombra se recompone el gesto desfigurado de quien se ha visto como no quería y, sobre ese semblante restituido, puede venir a dar la luz cuando a su turno le toque al descubierto alzar la voz y conducir la mirada ajena a la conclusión contraria.

Historias de amor

Ébano y marfil
Ébano y marfil

Blanco y negro
Otelo, tragedia íntima y cósmica, pública y privada: algo que ya está en Shakespeare, pero que la música de Verdi se apropia y desarrolla muy bien, plenamente dentro de su cultura, patriótica y melodramática, como los himnos, las banderas y la idea de morir por la patria. Público y privado: lo determinante es la raza de Otelo, que pone en conflicto ambos mundos, la escena pública en la que es tolerado como general y el nivel íntimo en el que se lo odia como extraño que se salta el escalafón y conquista lo que los locales no. Si la dicha, el ascenso al paraíso se da en Shakespeare a través del cambio, de la transformación que es resurrección, como la del árbol en el Cuento de invierno, en Otelo en cambio la transformación es lo imposible, o al menos éste es el principio de realidad que Iago pone en acción: la transformación ha sucedido, Desdémona ama a Otelo, pero pronto volverá al orden de la realidad, del mundo: Otelo no puede volverse blanco ni creer en el pasaje de blanco a negro y de negro a blanco que se da en el amor o en la trasformación que se da en el canto.

Don
Aunque cualquiera puede servir de mediador, la dicha no viene del prójimo, también mortal, sino de Dios: divino azar. El amor, así las cosas, no es la gracia aunque venga por ella, y todavía más: resistir la comparación es una prueba que se le impone.

Quid pro quo
El romanticismo aparece cuando Aldonza, oyendo hablar de Dulcinea, cree que es ella a quien se refieren y empieza así a convertirse en la otra, precipitando en el lugar que deja vacío y por eso se transforma en escenario una tragedia hasta entonces reservada a las heroínas del mundo antiguo.

Punto límite
El romanticismo es un callejón sin salida al fondo del cual está la mujer.

Un sueño realizado
Un sueño realizado

Contrapunto dramático
Ensayo melo-histórico: Senso. Lo admirable, el combo de melodrama e historia realizado plenamente en cada escena, en cada movimiento de cámara, en cada orquestación audiovisual, viene de Verdi, de esa mezcla entre íntimo y político, cuerpo y sociedad, revolución y resurrección que Verdi plasma en música y en escena y de la que extrae a su vez la extraordinaria energía que despliega. En Otelo, Iago al contrario aplica una especie de mortífero principio de realidad que afirma la imposibilidad de que cuanto contradiga una separación evidente pueda unirse o que lo originariamente distinto pueda devenir semejante. En Senso también triunfa la muerte, agazapada en la tentación de contrariar a un destino no querido por los dioses, sino determinado por una formación socio-histórica. Analizar los dos dramas trágicos, el de Otelo, el moro de Venecia, y el de Livia, la veneciana traidora, sin perder de vista su condición de ciudadanos en guerra con un enemigo extranjero que se revuelven a su vez contra los suyos o contra su ley. Tanto Otelo como Livia acaban matando lo que aman y cada uno, a su modo, presa de la locura en un mundo envenenado.

Erótica
Eros, por fuerte que sea, no es invulnerable. Todo hiere al amor, todo puede debilitarlo. Puede ser causa pero no fundamento; inquieto, como el sentido, se desplaza. La explotación de estas nociones hace la fortuna de Iago.

Dialéctica
Si cada conocimiento es una violencia infligida a la conciencia, el amor a la materia transforma esa violencia en energía y esa energía transforma el mundo. Principio de redención materialista.

Extraña pareja
Extraña pareja

Bajo el séptimo velo
Si él llega a ver en ella un teatro sin drama,
ella llegará a ser un drama sin teatro.

El águila de dos cabezas
Así describe Robert Musil al súbdito austríaco del Imperio austrohúngaro: un austriaco más un húngaro menos ese húngaro. Así es también el hombre casado, según cierta idea del matrimonio: un hombre más una mujer menos esa mujer. Lo curioso, como en el primer caso, es cómo la falta de otro individuo particular y no de una categoría es lo que define la identidad. Lo curioso o lo preciso. O lo inasible, pues es la figura evasiva la que define a la que da la cara, a la vez que le arrebata no la mitad de su corona, sino de su frente.

Contemplación y atravesamiento
Entre esos primeros planos suspendidos sobre el vacío de Monica Vitti o Anna Karina rodados por Antonioni o Godard y los retratos de Marie-Thérèse Walter o Dora Maar pintados por Picasso hay la distancia de una estocada, lanzada sobre el abismo abierto entre mirada y piel, que atravesando la imagen alcanza la nada a sus espaldas y separa el misterio de la duda.

A joy for ever
A joy for ever

Risa en la oscuridad
Lo que dice la burla femenina, con su gesto alerta, su sonrisa irónica, su vivaz expectativa, es, por supuesto sin palabras, al ser la página ofrecida al discurso, lo siguiente: “Pruébame que es cierto”. Ya que tal puesta en duda sigue siempre a alguna afirmación que, sin mayor realidad que su argumento, haya tomado en el diálogo, a pesar suyo o más bien de quien la haya hecho, la función y la forma de una anunciación. El trueno anuncia la lluvia; abierto el oído por la voz, la piel se dispone al tacto. El encantamiento durará lo que dure y una vez desvanecido el hechizo lo demostrado parecerá tan irreal como el pasado, pero su huella no quedará en la memoria sino debajo, como un tesoro antiguo en el que nadie cree hasta que alguien lo encuentra y vuelve a poner sus monedas en circulación, aunque su valor se rija ya por otra escala que en su origen. “Así que era verdad”. Ahora surge la risa franca, entera al darse sin medida, pero no por gracia divina ni por humor humano, es decir, no por uno u otro interviniendo a su debido tiempo, sino por su precisa conjunción en esa felicidad, grande y pequeña por súbita y efímera, debida a una sorpresa que, en el momento de producirse, se descubre esperada.

Refutación de un epigrama
Ernesto Cardenal escribe: “yo podré amar a otras como te amaba a ti / pero a ti no te amarán como te amaba yo”. Pero, si de veras la amaba, es más probable lo segundo que lo primero. Decir que un objeto es precioso es casi un lugar común, pero ¿se ha oído hablar jamás de un sujeto precioso?

Historias de amor
El amor no quiere tener una historia, sino culminar en un momento infinito que no se deja definir. Eso indefinido circula a través de toda su historia, hecha de las aproximaciones sucesivas a esa imposible culminación que es como el fantasma inaprensible del imaginario cuerpo que se tiene en común. Por eso la historia sólo puede registrar y medir los fallos, las faltas, la progresiva incisión de la mortalidad, acabe como acabe ese amor, en el deseo y en lo deseado. Lo infinito está más allá de la historia y ahí se queda.

venus&adonis

Lectura recomendada: Brodsky en Venecia

Poeta a bordo
Poeta a bordo

Sobre Marca de agua, de Joseph Brodsky

El agua es igual al tiempo y proporciona un doble a la belleza. A lo largo de esta serie de prosas sobre Venecia, la ciudad acuática por excelencia, el poeta ruso Joseph Brodsky (San Petersburgo, 1940-Nueva York, 1996), disidente expulsado de la Unión Soviética en 1972, exiliado eminente en las universidades norteamericanas de la región de los Grandes Lagos hasta su muerte y Premio Nobel de Literatura en 1987, reflexiona sobre el variado contrapunto que ofrecen agua y tierra, pasado y presente, luz y oscuridad, mientras recorre unos canales que le sugieren tanto imágenes como ideas y estimulan su memoria despertando unos recuerdos personales prontos a fundirse con la historia veneciana: igual de imborrable es la marca que este libro deja en su lector. La lágrima (al despedirse el viajero de la ciudad, que permanece) es el resultado de sustraer lo mayor a lo menor: la belleza al hombre. Lo mismo sucede en el amor, porque nuestro amor es más grande que nosotros mismos.

leon

El harén de las musas

Nuevas musas para nuevas artes
Nuevas musas para nuevas artes

Ahora que tanta gente se hace artista, o se hace el artista, o hace el artista, reconocer a un artista fuera del taller se ha vuelto difícil. Además, por motivos publicitarios, son tantas las actividades que se presentan como arte que ya no son suficientes nueve musas para inspirar a todos. ¿Qué nombres, de raíz griega para no desentonar, podemos imaginar para las musas de la Gastronomía, la Moda, el Diseño, el Marketing, la Comunicación, el Lenguaje Audiovisual, la Programación Informática, la Gestión Financiera o las Relaciones Públicas? El paso de un cerrado círculo de nueve a una red de contactos siempre abierta no ayuda a la legitimidad ni a la memoria. La multiplicación de los mitos que dan cuenta de un origen, de una fuente, sólo enturbia el agua que corre. Pero las causas de la inspiración resultan cada vez más claras a medida que los métodos y las técnicas de la creatividad tan en boga son expuestos en cada vez más eventos y centros de estudios creados a tal fin.

El héroe de la tripulación
El héroe de la tripulación

Tradición oral. Cómo crecen en nuestro relato interior aquellas historias ajenas que hemos convertido en mitos propios. El asalto a la Rochela de los Tres Mosqueteros, el llanto final del Corsario Negro, la defensa de Falstaff por sí mismo en el papel del rey como padre… Lo que admiramos casi nunca es admirado de manera satisfactoria por aquellos con que intentamos compartirlo y la insuficiencia de su aprecio nos hiere como un desprecio si no estamos advertidos. Pero son los inocentes, justamente, los niños, los que conforman para cada teatro privado el mejor público, el más ávido: cualquier abuelo lo sabe y todo el mundo lo espera. Lo más impresionante es cómo, bien recreada por el verbo, si el que relata se deja llevar por sus ilusiones y no se deja nada en el tintero, el destinatario de la fábula se la representa con tal intensidad que en los momentos culminantes es su propia existencia, o lo que se juega en ella, lo que parece estar en juego si se presta atención a sus reacciones. La experiencia imaginaria provista por una narración apasionada deja una huella mucho más honda que cualquier moraleja y abona un territorio tan íntimo que difícilmente, llegado a la adultez, quien la ha vivido pueda transmitirla a sus pares: cada uno tendrá una selva parecida que proteger y para ello recurrirá a igual deshabitado mimetismo que los otros, oponiendo la civilidad común a las mitologías de sus contemporáneos mientras guarda las leyendas de su corazón para los sucesores que adopte.

La historia sin fondo. Aplicación de la teoría, explicación de la práctica: ni la primera coincide con la cuarta, ni la segunda con la tercera. ¿Salto dialéctico o ruptura epistemológica? A fuerza de comunicarnos acabamos pensando lo mismo, pero eso no lleva a la paz sino a la lucha cuerpo a cuerpo.

Las manos del destino
Las manos del destino

La comedia del perdón. Según la dueña de una casa en la que viví unos meses, dicho por ella de pronto una tarde aunque daba la impresión de haberlo pensado mucho tiempo, el amor es un estado mientras que el odio persiste; el afecto, si aceptamos su conclusión al cabo de una larga experiencia de matrimonio y maternidad, como la sangre circula o se coagula según su modo sea positivo o negativo. Este tipo de juicios no se demuestran o, si dan pie a una argumentación, ésta no es más convincente que la mera presencia física de quien los formula: la verdad la aportan su fe y su franqueza más que el grado de acierto, discutible al tratarse de percepciones tan subjetivas, de sus afirmaciones. Pues la verdad tiene muchas caras; de manera que, con el mayor respeto por mi fatalista locataria (“El amor pasa, pero el odio queda”), puedo disentir aunque sea parcialmente de su memorable observación y señalar mi impresión, contraria, de que, en los encuentros afortunados, felices, las afinidades se dan en lo esencial, mientras que son las circunstancias las que determinan las separaciones. Cualquiera puede comprobarlo al considerar las rupturas amistosas y amorosas, sobrevenidas habitualmente a causa de cambios que vuelven insostenible por más tiempo, en el tiempo, lo que participando de algo eterno se ha vuelto incompatible con el devenir. Si las consecuencias de las rupturas se imponen a la instantánea armonía es porque habitualmente se vive en la ceguera, fuera de la revelación de la que se es sucesivamente expulsado. ¿Es entonces comedia el perdón? ¿Sólo es posible hacer las paces al precio de un odio petrificado en el vientre, enquistado, que como una obstinación defienda el territorio ofendido de toda renuncia a una satisfacción? Si es así, es la comedia lo cierto y la imagen que en nuestro interior se rehúsa a que aquella la arrastre debe ser vista, aunque sea en secreto, por cada uno como la caricatura perversa que los espejos deformantes de los parques de atracciones le reservan a la hora de la consulta extraviada. Mejor dejar hundirse esa piedra en su sombra y ser absuelto, pues no pesa menos el rencor que la culpa y la sensación de ligereza al cortar la cadena que los une es casi idéntica desde ambos lados.

Cracked actor on stage
«Éste es Yorick, lo conocí bien»

Tablas rasas. De la comedia a la farsa, degradación: lo seductor se vuelve ridículo, como un galán con la bragueta abierta. Elegancia, potencia, gusto, coraje, habilidad, brío, destreza, todos esos atributos del juego brillante y sutil de una escena animada decaen en ostentación, grosería, presunción, impudor y un largo etcétera que la farsa denuncia pero un gusto pervertido no tarda en convertir en modelo. Que la palabra comedia en su más reciente acepción remita a un tipo haciéndose el vivo delante de una pared de ladrillo debería autorizar la conversión inmediata de tal pared en paredón y la igualmente inmediata ejecución del usurpador. ¿Es soñar tal vez demasiado esperar del público que se convierta en pelotón y dispare? La comedia se convierte en farsa cuando dejas de creer en sus valores, pero la farsa pierde su objeto al convertirse en velo o paño de lágrimas. La obscenidad es esta coincidencia sin resquicios, el atropello completo de lo que se muestra por lo que representa y así logra enmascararse de inefabilidad, imagen cuya repetición en continuado estabiliza la continuidad de la máscara. Tan eficaz resulta que no es reconocida como obscena y jamás autoridad alguna se ha propuesto censurar o clausurar ningún teatro que la albergue.

 soldout