
Para Marey era absurdo
reanimar lo compuesto.
Su disección de la acción
desnudaba cada pieza.
Lumière encendió el motor
y relanzó la carrera.
¿Cuántos muertos en batalla
revivieron desde entonces?
Siempre es posible elegir
entre tiempo y movimiento,
pero el camino tomado
al descartado regresa.
Ni el ojo alcanza al cometa,
ni Aquiles a la tortuga.
Y envejecen las estatuas
idénticas a sí mismas.
Caída la idea, vuela
su reflejo sobre el agua,
fantasma del movimiento
petrificado en efigie.
Multiplicada en su muerte
como el Cid, esta figura
compuesta para la fuga
resiste inmóvil el tiempo.
¿Existe continuidad
entre una herradura y otra?
¿Entre batalla y medalla?
¿Entre caballo y jinete?
La transmisión por la doma
que unció un cuerpo a otra cabeza,
su galopado circuito
cierra en esta efigie inerte.
Los caballos masacrados
en el siglo diecinueve
se extinguieron en el veinte
con los desfiles triunfales.
Desde su altura, no miran
al pueblo que los rodea
ni militar ni montura,
sino siempre más allá.
18–19.3.2022





