Elegir lo peor

Ofelia (o Desdémona, o Cordelia)
Inolvidable Ofelia

Según me contó una de las actrices que participaba en la improvisación, un excelente director de teatro argentino interrumpió una vez un ensayo para insistir, con memorable énfasis, procurando grabarlo a fuego en la conciencia o, mejor, en el sistema nervioso de sus actores, en que siempre, en el teatro, hay que elegir lo peor. Es decir, tomando la palabra en su sentido más vulgar y más empleado, exactamente el que le da el verdadero público, el no profesional ni aspirante a serlo, lo más dramático. Interpretación mía, no dirigida, como la prueba o demostración por el absurdo implícita en el siguiente cálculo: si en la vida irredimible por el arte casi siempre es necesario, lo cual lo impone sobre el conjunto por mayoría, en función de elegir lo más conveniente, resignarse a una mayor o menor mediocridad presumiblemente al acecho de su ocasión de entrar y quedarse en escena, en el arte que persigue alguna satisfacción por la mansa ofensa de las servidumbres que la vida exige resulta obligado, a su vez, para alcanzar un resultado a la altura del caso, elegir lo peor. Pues si elegir lo mejor es mostrarse razonable, avenirse al muy limitado número de opciones plausibles y apropiarse, con prudencia, de la más digna de aplauso, elegir lo peor es al contrario ir a por todas, no pactar, y así elevar, hasta la ruina, la altura de la apuesta en que consiste el lanzamiento de dados sobre las tablas que es toda puesta en escena, sea ésta la de un teatro o no. Si en la vida, eligiendo lo mejor, se logra a lo sumo, en los casos bien llevados, por elevada que llegue a ser la línea de flotación, como mucho un moderado pasar, un suave ir tirando, un deseable cocerse a fuego lento de la carne que madura, en la expresión, ajena a la prudencia exigida por la vida, sólo eligiendo lo peor se va a fondo, es decir, hasta el fondo, y se alcanza la plenitud de la escala al fin cantada en todos sus registros, ya sin ninguna consideración por el mañana, la supervivencia o cualquiera de las categorías del devenir: sin dejar resto. Si en la vida elegir lo mejor es dominar la mediocridad, en el arte sólo eligiendo lo peor se conquista la excelencia.

Room at the top

Publicado por

Ricardo Baduell

Desde hace veinte años me dedico a ayudar a escritores y personas que quieren escribir a concretar sus proyectos. He colaborado con reconocidos autores latinoamericanos y españoles en diversas obras publicadas, así como con muchos escritores noveles de ambos lados del Atlántico. Trabajo además con editoriales y agencias literarias, analizando y seleccionando manuscritos. ¿Escribes? Escríbeme (ricardobaduell@yahoo.com). O llámame (+34 667 912 702). O visita mi nuevo sitio Ricardo Baduell Book Doctor (baduellbookdoctor.com).

5 respuestas a “Elegir lo peor

  1. En Lima, lo peor está no en el sentido escénico perspicaz que desea tomar el director argentino que invocas sino en las almas de bastantes actores y actrices que revientan de vanidad farandulera y usan el teatro como imaginada (nada más que eso, imaginada) llave maestra de su “pertenencia” al mundo de la cultura y eso, por supuesto, sin importarles un coño “la conquista de la excelencia” como culminas esta entrega. Casi todo “imbécile heureux” de la telebasura embrutecedora se cuida lo suficiente de estar presente de vez en cuando en el elenco de algún montaje “cultural” con lo cual aspiran a casarse con Dios y con el Diablo. Y lo cual logran ante la opinión pública, que, se sabe muy bien en Lima, es bastante carente de luces. También se sabe, por supuesto, pero nadie lo dice, que no dudarían el caso llegado en divorciarse de Dios y amar fielmente y hasta la muerte a Satanás. Las palabras actor y actriz están muy devaluadas en mi país y en la mayoría de los casos representan una impostura: cualquier putica bataclana pide a los periodistas que la presenten con el falso rótulo de actriz y de manera tan pantallera y sonora como posible.

    1. De acuerdo: peor teatro que el de la sociedad mediática, imposible. Y no se limita a Lima, es internacional. Pero fíjate: de acuerdo a sus valores, esos de los que tú hablas siempre eligen lo mejor, es decir, lo más conveniente, salvo cuando se equivocan y podrían ser salvados. Pero mientras estén en el candelero, mejor dejar que se quemen, ¿no?

  2. Si se quemaran sin dañar a nadie no habría problema alguno. El rollo es que fomentan de más en más la aparición de nuevas “estrellas” entre los adolescentes que por identificarse con ellos y sus valores de oropel, no pueden calcular la raíz cuadrada de 9 sin calculadora de mano en aritmética y escriben “cajón” con g en castellano.

    1. Cada generación tiene que pasar por el infierno y tratar de no quemarse a su modo, creo. Yo comparto la noción y la impresión de la decadencia, pero siempre se trata de nadar a contracorriente. Coraggio.

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